2012/12/25

nostalgiando



la nostalgia es un pajarito, una libélula, una mariposa; la nostalgia se va, se ve hermosa, como la certeza de alas propias y libertad; la nostalgia vuelve, se nos posa en la boca, nos impide hablarle al mundo, la nostalgia aletea en nuestros párpados, no quiere que veamos, solo quiere que escuchemos el silencio de su vuelo en nuestra alma… la nostalgia no tiene un nido, no está quieta, siempre es cálida, no siempre es buena… 

hoy, por ejemplo, me duele nostalgiar…




2012/12/23

números, cuentas y razones


Hay días en los que sumo y resto hasta hallar que la respuesta es lo de menos: lo demás. Lo esencial (sí, aquello de lo que hablaba el zorro con el Principito) no se cuenta con números, ni siquiera con letras. Sensaciones, emociones, instantes, recuerdos, planes, sonrisas, lágrimas, besos, miradas, abrazos y la nada no se cuantifican ni se traducen, porque si se lo hace pierden su sentido y nos perdemos con él.

Los números son signos muy útiles, sin duda, pero se vuelven maravillosos cuando nos permiten ver más allá de ellos... Contamos el paso del tiempo, las monedas que tenemos en el bolsillo o la cuenta de banco y las personas que pueden estar dentro de determinado círculo. Es vital, creo yo, darle más peso a la vida que al tiempo, al valor que al precio, a la humanidad que a las etiquetas con las que clasificamos a la gente. 

Si la razón de ser de algo/alguien se limita a ver en todo una cifra, no tiene razón de ser.

2012/12/13

lluvia, tiempo


hace años aprendí a caminar bajo un cielo gris de fin de mundo, 
es que siempre se esconde un arcoiris sobre la ciudad

burbujas fuera de las personas
sol lejano, uno

es tiempo de lluvia, se siente el ritmo alterado de los espacios



a veces lo veo, es un mundo gris de fin de cielo
la ciudad está sobre el arcoiris
hay personas dentro de burbujas
y apenas queda un lejano sol en los espacios alterados de ritmo hueco 



lluvia de tiempo.



cielo gris de fin de mundo
arcoiris sobre la ciudad
sol lejano, uno

tiempo de lluvia 


mundo gris de fin de cielo
ciudad sobre un arcoiris
lejano sol, lejano



lluvia de tiempo.




2012/12/10

Me miré a los ojos

Dijo que había contado mis pasos. Dijo que conocía de memoria el ritmo de mi respiración. Dijo que será mi sombra, que es mi sombra, que lo fue antes de que supiese de su existencia.

Esa noche apagué el teléfono, cerré mi puerta y miré por quince minutos el techo. Busqué dentro de mí algo que se pareciese al miedo, algo que me impidiese sonreír, algo que demostrase que sus palabras aún tenían importancia. Nada. Repasé cada frase, cada intento de intimidarme, de asustarme, de dolerme, de mover mi piso para que vuelva a caer, pero no sentí nada.

Me levanté, encendí el teléfono, abrí la puerta y la ventana, respiré profundamente, fui hasta el espejo y miré mis ojos: me gustó hallar luz en ellos.

2012/11/28

ASDF JKLÑ

Miraba fijamente al teclado, no se atrevía a posar sus dedos sobre él y mucho menos a apretar las teclas. Sabía que cada palabra que produjesen sus manos sería analizada como un ser en microscopio. No le molestaba tener los labios sellados, se había cansado de hablar, cantar, gritar frente a lo que -como tarde supo- era un muro construido con vidrios rotos; pero dejar de escribir... No. 

Empezó a deslizar suavemente su dedo índice derecho por la larga tecla de espacio, luego, con el índice izquierdo paseó por Q, A, Z. Este primer acercamiento fue decisivo: inmediatamente se colocaron las yemas de sus dedos en el orden correspondiente: ASDF JKLÑ.

¡Listo! por fin pudo empezar de nuevo, las palabras se fueron formando tan rápido como las concebía en su mente, casi casi parecían brincar directamente del teclado a la pantalla que simulaba una hoja de papel blanco. Sonrió: "escribir es como respirar", siempre dice, así que la Muerte que la mantuvo inmóvil por un rato, se espantó y dejó de besar sus labios.

Ahora escucha caer una lluvia buena, de esas que llegan justo en el momento en el que hay que lavar el alma con agua de cielo, y deja que sus dedos bailen al ritmo de las gotas para empezar a poblar páginas nuevas.


2012/11/25

25 de noviembre

Siempre pensé que no había peor defecto en una persona que la deslealtad: consigo misma, con los otros, con la vida. Ahora creo que la cobardía es igual o peor.

Conozco, por desgracia, a un ser de lo más cínico y cobarde que casi al principio de la historia (que, para su conveniencia, yo he imaginado) me habló de una ex suya que estaba tan loca que fue capaz de denunciarlo por maltrato solo para perjudicarlo... tan loca que lo abandonó sin más ni más cuando él la necesitaba... tan loca que ya no quiere verlo ni en pintura (en realidad dijo que era él quien no quería verla, ahora entiendo que es al revés). Al escucharlo, una alarma sonó dentro de mí, pero decidí ignorarla: gran error.

Es triste que la imagen construida por un ser que se muestra valiente detrás de una pluma o delante de una cámara, se destruya con un manotazo -en sentido figurado- con el que decide agredirte para intentar salvarse de sí mismo, ¡pero es tan bueno! Nada como quitarte las vendas de los ojos para ver las máscaras rompiéndose: eso es un punto de partida y, claro, un liberador punto final.

de luna


Es de luna esta armadura que he decidido llevar dentro

(no quiero más cobardes parásitos alimentándose de mis sueños)



2012/11/24

este texto se autodestruirá ya mismo

Hace un año no sabía quién era. Había escuchado su nombre en noticieros y alguna conversación, exactamente como he escuchado tantos otros nombres. La vida, mi vida, dio muchas vueltas: dejé atrás un amor de años y dos dolores inmensos, es que decidí que para seguir caminando, para recuperar mis fuerzas, debía aligerar mi equipaje.

No sé si se llame "destino", "casualidad" o qué, pero algo hizo que nuestros caminos coincidan en un punto, exactamente como me ha pasado con cientos de personas de las que jamás volví a saber, a las que seguro nunca recordaré. Todo habría seguido como estaba planeado: yo en paz, yo aprendiendo, yo conociendo gente y mundos, yo feliz... pero por una razón que nunca supe, él decidió entrar en mi vida (no fue destino, casualidad ni cosa similar).

Pasó el tiempo, la distancia se hizo corta, muy corta, tanto que dejó de existir. Risas, besos y millones de palabras dichas y escritas le dieron una intensidad única a cada encuentro. La magia se rompió en el instante en el que él se dejó acorralar por el miedo: ni siquiera se atrevió a mirarme a los ojos para decirme adiós; "es que soy alguien que si te ve a los ojos, se perdería en ellos y no podría decirte todo lo que te he dicho", escribió en un mensaje de texto.

Lo que parecía el fin no lo fue, traté de borrar toda huella suya de mi vida (lo admito, como niña de colegio): "bloquear" y/o "eliminar" fueron mis armas para protegerme de sus palabras y mi debilidad ante ellas. Pero sentí injusta la situación: dijo todo lo que creyó debía decir -en el tono más contradictorio, pero lo dijo- y yo apenas había podido responder, en resumen, "ya nada, si esa es tu decisión, aunque no estoy de acuerdo, la respeto"; así que escribí un mail ejerciendo mi tan mentado "derecho a la réplica". La extraña despedida se empezó a desvanecer inmediatamente, retomamos nuestras conversaciones eternas y era muy claro el deseo mutuo de mantenernos cerca.

"Te mandaron saludos", me dijo un amigo común. "Saluda de mi parte a esa mujer maravillosa que se alejó de mí, de la que me alejé... pero ahora nos hemos reencontrado...", me comentó que fue el mensaje. Yo, feliz. Dos días después, por "destino", "casualidad" o no sé qué, supe que él tenía "nueva novia". "Suerte, la vas a necesitar", le dije; al principio no confirmó nada, se desvió del tema, pero terminó diciendo "es cierto y no entiendo tu molestia".

Soy una mujer apasionada, pero no odio más que por instantes y -creo- muy justificadamente. Lo odié.

A los pocos días me escribía: "entiendo tu molestia, pero por favor al menos no me bloquees, es agradable leerte"... me reí y me enojé al mismo tiempo: "¿a qué juega?", pensé.

Otra vez nos acercamos, a diario iban y venían mensajes; necesitábamos sabernos cerca aunque sea virtualmente. Alguien me comentó: "su novia es una niña, a lo sumo tendrá la edad de su hijo"... recordé entonces aquello de la "crisis de la edad madura", pensé que era un mito, algo para justificar la inseguridad de ciertos hombres o la desfachatez de mi amigo Viche jaja. Confieso que me decepcionó este nuevo dato, he sido profe de secundaria, sé cómo vienen las generaciones "sub 25", pero más que eso, nunca pensé que un hombre de cuarenta y tantos al que -más allá de cualquier sentimiento o cuestión personal- admiraba por su inteligencia, sensibilidad y necesidad de constante crecimiento fuese a engrosar las estadísticas de la mencionada crisis.

En fin, "que reciba lo que se merezca", dije sin rencor desde lo más profundo de mi corazón y seguí con mi camino. Todo estaba en paz hasta que dos cosas se juntaron: gracias a dos "errores" que cometieron, me di cuenta de que dos niñas "stalkeaban" mi cuenta de twitter, até cabos y deduje que se trataba de la novia en cuestión y su mejor amiga o algo así; además, el susodicho seguía escribiéndome como si no existiesen las "visitantes" de mi cuenta. Me enojé, otra vez, y decidí que si buscaban algo en lo que yo escribía, lo iban a encontrar. Bastaron un par de tuits en los que evidencié que el individuo se mantenía cerca, muy cerca de mí, para que las niñas le armen un lío. Resultado de todo esto: el man me había dejado de "seguir" y yo me enteré en el instante en el que me llegó la notificación de que otra vez me estaba siguiendo... Intenté de todo: cerré por un rato mi cuenta, cambié de "user", foto y nombre, pero él seguía en mi lista; nada: "bloquear" y listo. Estaba de lo más tranquila con eso hasta que supe que igual podía leer todo lo que yo publicaba... 

Tanto como apasionada, soy necia. Empecé a extrañar su sombra en mi vida, recuperé su número de teléfono y le escribí cualquier cosa. Respondió y todo volvió a fluir con la naturalidad de siempre. Me comentó que planeaba viajar, le dije que me parecía hermoso, que si me quería llevar en la maleta, "ven", me respondió y yo dije "voy". Me envió fecha de salida, fecha de regreso y costo del pasaje. Hablamos de itinerarios, de los amigos que tenemos allá (lejos) y quedamos en comprar los pasajes los primeros días de diciembre (él quería que fuese "ya", le dije que por platas debíamos esperar para pagar en enero). 

Ahora -hoy- se borró, otra vez... no es un mal tipo, me cae bien, admiro muchas cosas en él, me seduce su inteligencia; en suma, no lo odio, pero no logro entenderlo, no sé a qué le tiene tanto miedo: cada vez que da un paso hacia adelante, se paraliza y retrocede (en lo personal, porque en lo profesional nadie lo detiene). No sé qué va a pasar luego, tengo muchos planes respecto a mi trabajo, pero en lo demás ya no quiero planificar: fluyo, fluyo y vuelo.


(Ya está, tenía que dejar que las palabras que se me estaban acumulando dentro saliesen a volar. "Se trata solo de poder dormir sin discutir con la almohada dónde está el bien, dónde está el mal").



FE DE ERRATAS: sí es un mal tipo.


2012/11/12

sabor a sal

En una caracola, tu voz de lluvia y mi silencio.
no hay arena cayendo entre mis dedos, es la sombra de tu pelo

Mi piel blanca de espuma, tu mar de fuego,
te ahoga cada instante sin mis labios en tus besos

Esta brisa nos congela, inmóvil me tocas desde lejos

Sol huérfano de Luna
Luna que sin Sol perdió el rumbo de su vuelo

2012/11/02

de muertes y placeres

Cuando voy a un cementerio el 2 de noviembre -o en cualquier otra fecha- lo hago para observar a la gente, para descubrir lo insólitas y bellas que pueden ser algunas tumbas, para llenarme de instantes que guardo con mi cámara o que transformo en palabras. Yo no voy a los cementerios a buscar a "mis muertos", eso no tiene lógica para mí; la gente que amo es inmortal.

Hoy no fui ni iré a algún "campo santo", ni para tomar fotos ni para intentar hallar en los ojos de las personas algo, lo que sea (estos son días de gente que camina por el mundo con la mirada vacía). Hoy me limitaré a desempolvar tumbas reales: esas en las yacen mis libros, mis discos, mis cuadernos, mis esferos, todo lo que me llena de vida y he abandonado en los últimos meses.

Reconozco que, como suceso cultural y simbólico, este es un día especial; sin embargo, en la muerte y en la Muerte yo pienso a diario, es que me seducen -especialmente la segunda- son una especie amantes ideales con las que sé, tarde o temprano, terminaré fundiéndome entre los colores y sonidos mágicos del más intenso y eterno orgasmo.



2012/10/31

de brujas y etiquetas varias

Mujeres malvadas, horribles, acompañadas solo por gatos y arañas: brujas.
Mujeres sensibles, intuitivas, sabias: brujas.
Mujeres apasionadas, valientes, que no callan: brujas.

Las etiquetas se reparten y definen a quienes las colocan más que a quienes las reciben. Los nombres se pierden entre sustantivos comunes que denotan el nivel del espíritu y de cultura -en el sentido de conocimiento y cómo se aplica- de quien, para referirse a los demás, los emplea: indio, longo, cholo, puta, marica, bruja...

Entre aquellos términos que la gente, desde la ignorancia y la pobreza de alma, usa despectivamente para "tachar" a quien encuentra en el camino, me coloco la mayoría, pero resalto dos como mis favoritos: longa y bruja.

2012/10/30

puntos (finales) suspensivos

Un punto final es siempre un punto de partida. Eso de la circularidad es un eterno conflicto para mí; sin embargo, no puedo negar que lógica sí tiene eso de que el mundo, la vida, los seres cumplimos ciclos, empezamos otros, los cumplimos, empezamos otros...

Tengo frente a mí una puerta abierta, una ventana inmensa y uno que otro agujerito que me ofrecen múltiples posibilidades. A veces pienso en detenerme y lo hago, aunque el lapso es corto -más si no hay motivos/seres que me frenen con fuerte sutileza-: no puedo quedarme porque mi espíritu demanda libertad; pero no es fácil decidir, son muchos los caminos, el cielo es inmenso, a veces vuelo mejor en compañía, otras me falta el aire y necesito moverme solaconimgo.

Vuelvo al punto final: he enfrentado varios y ninguno ha sido tal. Algo, de una manera casi siempre imperceptible, se encarga de darle continuidad a las historias, de conectarlas con otras, de mantenerlas a salvo de ese lugar vacío al que he llamado "olvido". No sé qué vendrá luego, entre figuras geométricas y signos de puntuación, la existencia a veces se vuelve colorida, a veces se complica, a veces tiene sentido, a veces... 

Un punto final es un punto (seguido, dos puntos, puntos suspensivos, punto y coma) de partida.


2012/10/26

saudade...

Es peor que morderse la lengua, dicen, pero quizá es el morderse la lengua lo que causa tanta saudade. 

No sé callarme, incluso cuando decido callarme, si mis labios se quedan quietos, mis dedos saltan entre las teclas; si mis dedos se paralizan, me lleno de saudade y mis ojos se ponen tristes, muy tristes.

Hoy mis labios no se mueven, mis dedos saltan sin sentido y no saben decir lo que quiero: tengo saudade. 

Tengo SAUDADE (así, con mayúsculas) de una presencia tan cercana y prolongada que casi me definía, tengo saudade (esta con minúsculas) de una presencia breve que fue sol por un ratito; tengo saudade de mí en enero...

Sí, es por morderme la lengua y es peor, mucho peor que morderse la lengua.



2012/10/24

frío


palabras selladas
ventanas sin cielo
ecos eternos de viento

martillos como ideas
colores blanco y negro

silencio de todas las puertas
caricias polizonas en los sueños

tanto de todo
tanto de nada

tanto sin vos
sin voz

por vos
mi voz de vos

sol de invierno.




2012/10/22

es eso

viejas alas de mariposa flotan sobre la caja de Pandora
son ciertos los ojos huecos que están dentro


caminos hechos de caracoles petrificados, sin tiempo 

restos de palabras cuelgan de árboles muertos


es un charco de silencios tibios, de gritos vacíos, de abismos pequeños


2012/10/21

apuntes sobre el camino (de ida y vuelta)

un cielo inmenso, vestido completamente de azul, como no lo había hecho hace días, acompañó el inicio de un viaje necesario para dejar atrás cualquier vestigio de palabras huecas, de algún silencio, de la ira, de la melancolía, del miedo.

todavía en Quito, entre las montañas, vi con claridad cómo el sol se desperezaba y abría un ojo y otro, retrasando la llegada plena del día, casi como si no quisiera dejar que la luna se fuese -ella estaba todavía ahí, dibujando la sonrisa del Gato de Cheshire-. también yo sonreí, imposible no hacerlo con ese espectáculo con el que la vida me hacía sentir que estaba bien cerrar la puerta e irme, aunque sea por un rato, para olvidar a los más mortales habitantes de este espacio sin tiempo.

confieso que me dormí más de una vez (no había estado ni tres horas en la cama y ya tuve que despertar), pero de cuando en cuando abría los ojos y alguna imagen hermosa me acariciaba el alma: montañas de tamaños y colores varios, árboles inmensos, flores, plantas creciendo hasta en los techos, gente haciendo suyo mi camino... solo el frío y el sueño me obligaban a desconectarme por momentos de ese regalo para los sentidos.

siempre amé cada rincón de Imbabura que puede conocer, es una provincia bellísima, desde el más pequeño de sus lagos hasta el más grande ser humano que la habita; pero a Carchi nunca le había prestado mucha atención: para mí era solo un lugar de paso, un sitio en la frontera norte, nada más. esta vez miré con atención, respiré profundo su aire, me dejé seducir por los cachetes rojos de sus niños y el cantadito de quienes iban y venían por el parque central de Tulcán. ¡qué maravilloso me pareció el paisaje de Carchi!, no sé si es común, pero el cielo ayer era especialmente bello ahí, las pocas nubes que lo decoraban eran tan blancas, tan dibujos de seres mágicos, tan cometas que invitan a volar...

en Ipiales no encontré algo nuevo: las calles son las mismas, las tiendas son las mismas, la comida es la misma; pero ese era el destino del viaje, así que había que rescatar algo de magia de entre el tumulto de compradores que día a día -y los fines de semana especialmente- cruza la frontera para intentar estirar sus dólares y abastecerse de ropa, comida, útiles escolares y muchas, pero muchas golosinas. no fue tan difícil: esa magia estaba en la ausencia de señal en mi celular, en el caminar libre, sin preocuparme de llegar a algún lugar a la hora fijada por alguien más; ninguna de las cosas que me ofrecieron los vendedores, ninguna de las cosas que compré, ningún objeto comerciable sobre la Tierra se compara con la sensación de ser dueña de mis pasos, de mis momentos, de la seguridad de caminar en compañía de la gente que me importa y a quien le importo.

el camino de vuelta se hizo eterno, el cansancio físico hacía que cada kilómetro fuese mucho más largo, pero no dejó de sorprenderme esa manera de abrigar los instantes que tiene la naturaleza. el atardecer fue deslumbrante, jamás pensé que en pleno invierno, entre las montañas, el sol se pondría así de bello y generoso: compartió la fuerza de sus tonos naranja con las nubes y montañas que estaban cerca, por si se animaba a cobijarse y dormir de una vez por todas, dando paso a la reina absoluta de la noche, su luna amada.

entre estrellas y nubes casi invisibles, la luna se dejó ver una vez más en su esplendor: hermosa como solo es ella, brillante, hechicera. en el Juncal, como yapa de los ovitos y pepinos, muchas sonrisas amables se juntaron con todo lo que acumulé en mi bolso a lo largo del día. la última parada, antes de volver a casa fue en Otavalo, para recargar las pilas y sentir la energía buena de sus calles tranquilas.




2012/10/19

clic

lo simbólico suele carecer de importancia para mucha gente, quizá para la mayoría, pero hoy comprobé que un solo "clic" puede significar una gran diferencia.

luego de darle vueltas al asunto por un par de semanas, decidí romper el último hilo que quedaba de un enredo que en mi vida no fue más que eso. bastó con recordar que si en la realidad existen formas de tomar distancia con las personas que queremos lejos, en el mundo virtual eso es mucho más fácil: "bloquear" se llama el maravilloso botón -virtual- que lo permite.

alguien me dijo hace tiempo que nada es coincidencia, no sé si es así siempre, pero hoy fue cierto. apenas pulsé el botoncito aquel, sonreí y tuve ganas de escuchar música, de cantar, de bailar. salí de la oficina, miré al cielo (anoche lo hice, buscaba a la luna, ella estaba dibujada como una imagen borrosa por las nubes que la aprisionaban...) y una sonrisa brillante, esa que siempre me recuerda al Gato de Cheshire, estaba confirmando que hice lo último que necesitaba para dejar a esa sombra que hasta ayer se había posado en mis ojos.

la decepción y la pena por quien ahora carga con esa sombra flotan en algún lugar del espacio; a mí me queda la misma paz que tenía hace unos meses, la honestidad con la que hago, digo, siento. nada me ata ya a ningún triste personaje, hoy -como siempre- vuelo.


un sol que no es sol

hay un sol que no es sol, nubes que solo son agua: no tienen forma ni viajan. hay un azul que no se anima a mostrarse... 

la gente habla de muchas cosas, la gente no dice nada. afuera hay sonidos de máquinas vacías, de un viento que sopla como si tratase de apagar espíritus. se escuchan puertas que se cierran para que todo se quede dentro, para que todo se quede fuera.

yo sé lo que pasa. el mundo decidió volverse vos: tan indefinido, tan inconstante, tan absurdo, tan carente, tan poco todo, tan mucha nada.


2012/10/16

mi piel nueva

Si he de escribir en tu piel, será un poema surrealista: palabras que dibujen sueños y desgarren las entrañas de la ira. Un cuento en el que mis labios sean los protagonistas. Una historia eterna que se reinvente en cada letra.

Si he de dibujar en tu piel, será con los colores de mis dedos y mi lengua. Figuras abstractas, símbolos orientales, libélulas. Siluetas en claroscuro, duendes, nubes y estrellas. Líneas infinitas, liberadoras, como el hilo de Ariadna, como mi cable a tierra.

Si he de mirarme en tus ojos, si he de abrigarme en tu abrazo, si he de acariciar tus palabras será para hacer de tu piel mi hoja en blanco, mi lienzo, mi piel nueva.


cuestiones geométricas

No me gustan las líneas rectas, son demasiado predecibles, aburridas, limitantes; sin embargo, siempre me negué a aceptar la posibilidad de que la vida fuese un círculo (es que un círculo, digan lo que digan los entendidos en cuestiones geométricas, es una línea recta mal formada: igual de predecible, aburrido y limitante). 

Yo sé bien que la vida es un espiral ¡y yo amo volar en espiral!, lo malo está en que esta vez el espiral es tan casicírculo, que empiezo a sentir claustrofobia, tan casilínearecta que me provoca romperlo en un par de puntos para que al menos sea un zigzag.

2012/10/15

cosas que me dice el agua...

Cada gota dibuja una letra y escribe una historia que finjo no leer, pero aquí está:

Vos estás ahí, tratando de convencerte de que no haces mal, intentando definir si lo que buscas es lo que quieres o solo te dejas llevar por los impulsos de tu vanidad. Estás solo: las mentiras (las que dijiste, las que quisiste creer, las que nacieron de tu silencio, las que ya no te dejan respirar) han formado un cerco alrededor tuyo y no sabes cómo escapar... 

Puedo extender mi mano, puedo liberarte y devolverte el aliento, pero no sé si quiero: ya no sé si me aliviará volver a ver tus ojos, jugar con tu pelo y danzar entre tus manos... Creerte, abrir una puerta y dejar que pases puede ser un salto mortal.

No conozco el fin de esta historia, es que cada vez que le pongo punto final, te encargas de transformarlo en puntos suspensivos y escribes una, dos, diez líneas más; solo tengo claro que hay cosas que no se pueden borrar, así que -por el momento- no te nombro ("quien nombra llama").

2012/10/11

el paraíso en un charco

Caminábamos bajo la lluvia, ¿te acuerdas? Yo tenía el pelo muy largo, tanto que se volvía cascada con todas esas gotitas que no paraban de llegar... 

Un charco era un paraíso: me tomabas de la mano y saltábamos sobre él (entonces el mundo se detenía, los autos se evaporaban, la gente dejaba de respirar), luego seguíamos cantando, riendo, bailando, intentando descubrir el milímetro cuadrado de nuestra piel que el agua no había besado...

Solo vos sabías vivir los juegos con la intensidad con la que yo lo hago; solo vos entendías las palabras que gritaban mis ojos y mi lengua dibujaba... 

Me fui, te fuiste, ya no hay juegos ni palabras, pero queda esta lluvia que susurra y me abriga el alma.


2012/10/09

mi memoria está llena de voz y vos

la piel de mi memoria está hecha de sonidos: tu voz, su voz, la voz de nadie... a veces hallo heridas: las lamo y les susurro un cuento. 

los ojos de mi memoria brillan con luz de silencio: todo lo que no dije con los labios pero grité con el cuerpo, los espacios negros que nunca llenaron las palabras de los que callan por miedo.

mi memoria vuela entre gotas de lluvia e instantes en blanco y negro. 

hoy, mi memoria eres vos.


gentenada

gente amarga de lengua dulce. gente diestra para mentir: gente siniestra.

nada es más real que su falsedad, nada es lo que deja cuando se va: gente que rompe al acariciar, gente perversa.

alma de estiércol, mirada de metal envuelto en terciopelo: gente hundida en su miseria.

gente vacía, gente inhumana, gente sin huella, gente con máscara, gente sin cara: gentenada.



2012/10/07

Kahlo

Mariposa con alma de luna, amante de la Muerte, poeta de los colores que nadie ve. 

Paloma cautiva en los ojos de un Elefante: mujer eterna, mujer Frida.



todo se vuelve humo


(texto escrito a propósito de los incendios forestales en Quito)

Solía perderme mirando el fuego, me extasiaba verlo danzar, a veces tenía ganas de acercarme más y más: algunas veces lo hice y quemé mis dedos...

Hoy siento una tristeza tan grande, llueven cenizas: el fuego se está tragando la vida de la ciudad, su danza es cruel en extremo... ¿qué haremos sin cada una de las hojas de cada uno de esos árboles que ahora están muertos?

muero un poco más cada segundo, muero de pena y de cenizas en mi pelo.

2012/10/02

Trazos trashumantes en dosis diarias (si Alberto está de humor)


(Texto publicado en la revista IN de Lan, julio 2012)


Alberto Montt creció entre libros de Fontanarrosa, el amargado Olafo, la pequeña y sabia Mafalda, el ocurrido Condorito y el clásico Charlie Brown; primero disfrutaba de las historias, luego llenaba cuadernos dibujando a esos seres que lo estaban llevando de la mano al mundo de la caricatura.


Quizá porque no se considera un buen dibujante, prefiere crear personajes con rasgos exagerados, apenas perfilados con tinta para luego escanearlos, darles textura, colores y voz propia en el mundo virtual. Las redes sociales han cumplido un papel muy importante en la difusión de su obra, pero es Dosis diarias, su blog, el mejor medio para acceder a sus caricaturas.


Nació en Quito, ciudad en la que vivió durante 25 años y donde estudió Artes Plásticas y Diseño Gráfico, ilustró dos libros para niños y las páginas de algunas revistas. Viajó a Santiago en 1998, desde entonces es ahí donde reside; en su “periodo chileno” fundó el colectivo Siete Rayas y sus obras se han publicado en varios medios del país del vino. Tras el lanzamiento en Buenos Aires de ¡Mecachendié! -su más reciente libro- bajo el emblemático sello de Ediciones La Flor, piensa en radicarse el próximo año en esa ciudad, pues siente que el público argentino recibe muy bien su obra y el cómic tiene ahí un espacio importante, cosa que aún no sucede en Chile ni en Ecuador.


Montt define a su oficio como “un ejercicio de drenaje y libertad” que le permite estar en contacto consigo mismo, pues es “una herramienta de comunicación que conecta, al mismo tiempo, la mente y el espíritu”. La ilustración es para él, a la par, el vínculo entre su universo personal y el mundo exterior, un puente que le brinda “la posibilidad de complementar y aportar conceptos a un texto acompañándolo emocionalmente”.

2012/09/26

no tiene nombre


camina sin tocar el suelo. viste un traje suelto, largo, de colores que varían según la gente que lo mira, a veces se pone una bufanda decorada con pétalos de girasol, margargarita y perfume d azahar, quizá por eso siempre hay un colibrí rondando y algunas abejas tímidamente se le acercan a medio día.

no tiene un nombre, no uno solo, a veces despierta siendo brisa, a veces es nube blanca, a veces lluvia, a veces luna llena o luz. alguna vez fue cielo, agua, noche, alas, paz; quizá pronto sea música, montaña, neblina, flor... le gusta ser, y ser incluye a todos sus nombres, los que le han dado, los que se ha puesto, los que vendrán, porque ser es como todo: como la noche y el día, ser es todo, y todo es demasiado para encerrarlo en un pequeño grupo de letras...

a veces olvida, olvida a los otros, a sí misma, a veces solo se deja llevar, pero cuando recuerda se siente mejor, le gusta mirar con la certeza de saber que lo que ve es nuevo o ya lo conocía, le gusta sentir la familiaridad de unos ojos, de unas palabras, de un abrazo...

respira, llora, ríe, habla, piensa, siente... pero el doble, sí: el doble, porque todas las personas respiran, lloran, ríen, hablan, piensan, sienten, pero ella respira más, lo hace no solo con la nariz o la boca, respira con la piel y con los ojos; ella llora más, llora hasta cuando no llora, llora hasta cuando ríe, porque ríe, porque la risa la conmueve, y si no siempre sus lágrimas pueden verse, siempre están; ella ríe más, porque su dolor se vuelve alegría, la alegría de saber que está viva y la vida le hace cosquillas; ella habla más, no habla mucho con los labios, habla sí con su silencio, es tanto lo que dice con lo que calla, que si intentase ponerlo en palabras, tendría que inventar muchas, muchas palabras nuevas para decirlo todo; ella piensa tanto, no para de pensar, a veces piensa ¡qué bueno sería no pensar!; y siente... ella siente con una intensidad que a veces le impide respirar, llorar, reír, hablar y hasta pensar...

ahora tiene ganas de contar cuentos, ahora piensa en compartirlos con seres ultraterrenos, pero no sabe por dónde empezar...

2012/09/25

corre


Caminaba sin mirar a los otros transeúntes, tropezó. No era una piedra, era algo como la cabeza de un muñeco de plástico, pero con el cabello arrancado, sin rostro… daba igual, los que caminaban por su misma vereda tampoco tenían rostro, tal vez ni siquiera alma, eran obstáculos mediocres, de esos que no detienen el caminar de nadie, porque terminan por moverse para que cualquier otro pueda pasar.

Caminaba y pensaba en que de nada servía pensar, a veces tarareaba mentalmente una canción de la que no recordaba la letra y tampoco le importaba, pero tarareaba; sin embargo, entendió que el tarareo equivalía a un pensamiento, por eso lo descartó y se concentró en eso: no pensar.

Caminaba y sentía que sus zapatos ya no servían, que sus pies se desgastaban, que ninguna ropa lo cubría, pero la ausencia de vestido no le resultaba ni más ni menos cómoda que la ausencia de compañía, emociones o palabras.
Caminaba sin mirar, sin pensar, sin sentir frío, calor, dolor… caminaba sin sentir.

Caminaba y chocó contra algo, no sabía qué era, pero le sorprendió que lo detuviera. Levantó su cabeza –¡cómo costó ese movimiento!, hace tanto que no enderezaba el cuello- y miró algo extraño: un rostro, ojos que miraban a los suyos, labios que tarareaban esa canción de la que nunca supo la letra. Algo no estaba bien, sintió frío, calor, dolor y algo parecido al miedo (tal vez sí era miedo). Algo estaba mal, una mano acarició su rostro y luego tomó su mano, entonces recordó que él también tenía un rostro, ¡tenía rostro y manos!

Ya no camina más, solo corre, corre y choca con Otros, con todos, llenos de rostros, manos y quizá hasta almas. Corre y siente y piensa, piensa todo el tiempo en que habría sido bueno quedarse al menos hasta aprender la letra de la canción que ya no sabe tararear.

todas las puertas


Cierto, usted tiene razón: no hay salida.
Puede montar una bicicleta, pedalear hasta desfallecer, treparse en un avión, volar muy muy lejos. Puede abrir una, dos, todas las puertas y cruzarlas una a una. Puede saltar por la ventana (su ventana, mi ventana, la de ella, la de él). Puede no volver a entrar, nunca, a ninguna parte, en ningún ser.

Usted tiene razón.
No hay salida.

"Pasajera en tránsito perpetuo"


A menudo encuentra nuevos caminos y se pierde en ellos, nada es más fácil que dejarse llevar por sus pies sin conciencia de lo que está haciendo. A veces, cuando el sol es muy fuerte, se detiene para descansar, para mirar lo andado, lo que está por venir; entonces descubre que no sabe en dónde está, por qué está ahí, cuándo llegará y a dónde. Las respuestas son solo más preguntas, es su voz la que escucha en el silencio y eso le resulta grato, aunque a veces siente nostalgia de los sonidos de otros, los que se quedaron atrás o corrieron y se perdieron en el horizonte.

Siente una brisa nueva, retoma su viaje. Le gusta creer que detrás de todo lo que ve a su paso hay un mensaje. Si a un lado del camino encuentra flores, significa que debe detenerse, admirarlas, identificar todos los colores que las visten, contarles algún secreto y –solo entonces- seguir. Si lo que ve es un árbol viejo, debe abrazarlo, cerrar los ojos y absorber toda la energía que en su tronco se ha acumulado. Cuando tropieza con alguna piedra, se disculpa, la acaricia y descubre el calor que se esconde en tanta dureza.

Ahora está quieta, es el tiempo de mirar hacia adentro, de descifrar los más complicados mensajes con los que jamás se ha enfrentado: no son parte del camino, o quizá sí, quizá ella es el camino, por eso es en ella donde están los signos, todos.

2012/09/23

TATOOame (texto publicado en la Barranco 2)


Guantes y el más fino de los pinceles. Un rito ancestral empieza a recrear la vida: ansiedad, dolor, satisfacción y paz.

Poco a poco se va adentrando en la piel de la memoria el placer profundo de una herida sonora y colorida. Lienzo que se rasga y se transforma, comunión de signos sagrados y humanas creaciones que desnudan lo intangible.

La sangre se evapora en un instante que se vuelve imagen, palabra, garabato sin sentido que se siente en una dimensión ajena a los bípedos desalados, seres inconscientes de que lo que trasciende se escapa de los límites de la carne, de lo sensorial, de lo terreno.

No es valor, masoquismo o rebeldía, es intentar atrapar un sueño, un instante; un deseo de gritar silencios que pueden disfrazar de abismo al más elevado cielo.

desRUEDAda

Cuando me encuentro con alguien que me saluda y me pregunta “¿cómo vas?” yo respondo “a veces a pie, a veces en bus...”. Aunque parezca lo contrario, no estoy tratando de ser graciosa o de jugar con el sentido literal de la pregunta, simplemente estoy haciendo una confesión honesta y orgullosa de mi especie en el ecosistema de las calles de Quito: soy una peatona (desruedadus citadinus).

Tal vez el mundo piense que ser peatona es el equivalente a ser una pelusita en la solapa del traje gris del tiempo, es decir: que no trasciende. Seguro entonces “el mundo” lo conforman los seres ruedados, o sea aquellos que se movilizan sobre ruedas (muchas, cuatro, tres, dos, una, da igual).

Me explico: para los seres ruedados, los de a pie estorbamos. Si estos van por la calle y tienen cuatro ruedas o más, se lanzan los unos sobre los otros, se insultan o compiten para ganar el trofeo a la mayor contribución para la adecuada contaminación –sonora, del aire y espiritual- del planeta. Si su camino es el mismo, pero no superan las dos ruedas… ¡uy! De tanto ninguneo y maltrato en la vía, optan por circular por las veredas (si los ruedados de cuatro no dejaron ahí sus extremidades para tenerlas lo más cerca posible y no ser confundidos con esos raros bichos sin ruedas). Eso sí, abandonar sus ruedas ¡nun-ca! (en algunos casos por pasión, en otros por salud, en otros porque está de modafff).

Los desruedados, entonces, somos seres con tiempo y sin espacio (no tengo muy claro lo que es “el tiempo”, aunque -al parecer- a los ruedados siempre les falta…). Pero tampoco es que somos tan etéreos, de hecho, cuando las calles se llenan de agua porque ha llovido a millares surgir y los de muchas, cuatro, tres, dos o una –da igual- ruedas pasan con su apuro habitual junto a nosotros, ¡nos mojamos! Cuando vamos de lo más tranquilos por la vereda y uno de los de la subespecie de ruedados motorizados lanza una nubecilla negra, ¡la respiramos! (¡¡fuchi!!). Y cuando se adhieren al pito como si fuese un conducto por el que pueden enviar los malos momentos del día, ¡nos contagiamos de su ira!

¿Cómo no estar orgullosa de pertenecer a una especie en constante peligro de extinción? Si salir a la calle así no más, sin ruedas ni ninguna coraza, no es una muestra clara de valentía, ¿qué lo es? Por eso, con mi frente en alto, una vez más lo digo: ¡soy una peatona! y a todos los sobrevivientes de mi especie los convoco: desruedados del mundo, ¡unámonos!


p. d. viajar en bus... ¡esa es otra historia!

"El libro perdido y hallado en el tiempo"

Sin puntuación, sin nombres propios: recreando el caos y la despersonalización de los seres no siempre tan humanos que habitamos el mundo, así es como conocí la obra de Saramago. Su Ensayo sobre la ceguera logró en mí aquello que me obliga a leer nuevamente un texto y retomar sus fragmentos cada tanto. Con El Evangelio según Jesucristo y Caín me sucedió algo similar: las historias de esos personajes sobre los que se escribió miles de años atrás, me parecieron más auténticas, más completas, más entrañables que las que se encuentran en los pasajes bíblicos.

Las pequeñas memorias de este hombre maravilloso no me cautivaron, no sé si empecé a leerlas en el momento equivocado (intentaré retomarlas más adelante); sin embargo apenas hallé El viaje del elefante y Claraboya decidí revivir mi idilio con las letras del portugués. Por tratarse de un libro muy grande (en tamaño y -al parecer- en contenido), apenas he podido leer las primeras mágicas de ese cuento ilustrado -para adultosniños- que me regalé hace unos meses: El viaje... Pero Claraboya no es un cuento, no tiene gráficos y está repleto de nombres propios y una puntuación muy bien colocada.

La primera novela de Saramago fue la última en publicarse: ese dato ya me sedujo, necesitaba saber qué había detrás de esa postergación. Pilar del Río lo explica clara y brevemente en la introducción que hace a la novela, el manuscrito se extravió en la editorial a la que fue entregado; mucho tiempo después lo hallaron, pero el autor no quiso que se publique, pues llevaba años pensando que no era una obra lo suficientemente buena como para -al menos- recibir un comentario de los editores. Pilar, según sus palabras, quiso regalar a los lectores esta puerta de entrada al ícono de la literatura que, además, fue su compañero de vida.

Antes de empezar mi lectura, la curiosidad era otra, ¿Saramago siempre tuvo ese estilo "anárquico" en su escritura? Ya en el primer párrafo tenía clara la respuesta: no. Se trata de una novela de personajes, con una estructura gramatical tradicional y está dividida en capítulos enumerados. Reconozco que no me parece la mejor obra del autor, ni la incluiría entre mis favoritas; sin embargo tiene muchos puntos a favor. Me gusta que se trate de una historia de historias; un escenario -una casa grande, de aquellas que albergan a algunas familias de clase media baja- reúne a varios personajes agrupados en familias y sobre cada familia se narran episodios que permiten descubrir ciertos rasgos íntimos de cada uno de sus integrantes.

En más de dos fragmentos me encontré con ideas que me cautivaron, que reafirmaron mi admiración por el autor y mi amor por el mundo mágico de las palabras. Las reflexiones e imágenes creadas-ya sea en voz del narrador o de los personajes- sobre la fugacidad, la música, el miedo y lo cotidiano me alentaron a no postergar la lectura de este libro para priorizar los otros muchos pendientes que tengo junto a mi cama.

Los personajes son memorables como conjunto, pero -a mi juicio- ninguno sobresale, o quizá sí: Abel, es que tiene un aire de lobo estepario, un poco de esa "rareza" que me resulta tan atractiva en personajes de papel y en seres de carne y hueso... Es notable esa capacidad de Saramago, que en sus obras posteriores se hace mucho más evidente, de tejer un tapiz con tantos personajes sin dejar nudos a la vista ni hilos por cortar.

En su momento, el portugués no lo supo, pero en Claraboya, su primera/última novela, escribió una frase sobre sí mismo, una explicación sobre el valor de sus letras: "Las palabras parecían nacerle de la boca en el momento en que eran dichas: venían todavía repletas de significado, pesadas de sentido, vírgenes".