2021/04/10

Escribir sobre escribir (a propósito de La loca de la casa)

"Para ser, tenemos que narrarnos, y en ese cuento de nosotros mismos hay muchísimo cuento: nos mentimos, nos imaginamos, nos engañamos", dice Rosa Montero en La loca de la casa (sí, recién la leí) y yo estoy de acuerdo. No soy escritora, ni siquiera me creo escritora, pero hallé en este libro no solo una ventana, sino un espejo: el proceso de escritura que ella ejerce brillante y exitosamente como oficio yo lo vivo como una herramienta para dialogar conmigo misma en mi afán de autodescubrimiento, como uno de mis tantos y torpes intentos de relacionarme con el mundo exterior y como una balsa de salvación. Ambas, con distintas motivaciones y con distintos resultados, escribimos y nos cuestionamos sobre qué, cómo, por qué y para qué escribir. Al final de cuentas, más allá de parámetros editoriales, "uno escribe siempre contra la muerte", y eso es algo que nos aúna a Rosa, a mí y a una legión de escritores y escribidores. (Me estoy comparando con una escritora, y de las más reconocidas, lo sé, pero no es por vanidad, es un ejercicio para intentar explicar/me mi relación con este libro).

La loca de la casa hoy está distraída, por eso en este punto ya no sé a dónde quería llegar con este escrito, lo que sé es que no pretendo desarrollar un texto paralelo al de Montero, tampoco quiero centrarme en mis motivaciones como escribidora (no es un error, ya he dicho que escritora no soy y aunque no lo dijese, eso está claro), pero sí quiero mencionar que me parece fascinante que se hable de las palabras con tanta pasión y con tanto saber, no desde la acumulación de conceptos, sino desde la experiencia. Es que coincido también con aquello de que para escribir "conviene seguir siendo niño en alguna parte de ti mismo. Conviene no crecer demasiado", no racionalizar un ejercicio en el que debe primar la sensibilidad (que nada tiene que ver con lo cursi, sí con lo sensorial), pues "el pensamiento racional y la conciencia del yo destrozan la creatividad, que es una fuerza que debe fluir tan libre como el agua y abrir sus propios caminos, sin que en ello intervengan ni el conocimiento ni la voluntad".

"Son mañosas las palabras, y rebeldes, y huidizas. No  les gusta ser domesticadas", por eso quienes sentimos la necesidad de jugar con ellas "escribimos en la oscuridad, sin mapas, sin brújula, sin señales reconocibles del camino. Escribir es flotar en el vacío" y es aquel vértigo el que nos atrapa para salvarnos, al menos por instantes, de la realidad. Pero esas mismas palabras –mañosas, rebeldes, huidizas– que apenas llegan a partir de la propia escritura son, además, tenaces: saben cómo colarse a borbotones en donde hacen falta, basta con recordar que "mucho antes que la escritura está la lectura"; no sé si pueda decir que en mi caso particular un libro me haya salvado –literalmente– la vida, pero sí que todas mis lecturas me han salvado de adversarios (?) más o menos tangibles, "por eso aconsejo ir siempre con un libro en la mano, porque así cuando llega la muerte y ve el libro se asoma a ver qué lees […], entonces se distrae".

Dije que no pretendía escribir un texto paralelo… Bueno, el párrafo anterior parece contradecirme, pero en realidad quiero afirmar, a partir de él, que leer a Rosa Montero en esta ocasión específica me ha salvado de una realidad que me abruma, también ha logrado despertar –aunque no del todo, como es evidente en este texto– a mi loca de la casa: en cada línea que subrayé encontré preguntas para mi yo-escribidora, respuestas también para ella, para mi yo-lectora y para mi yo-humana/mujer, así como puntos de partida para imaginar y para escribir sobre escribir, alejándome así de mi ombligo y de mis demonios… "Eso es la escritura: el esfuerzo de trascender la individualidad y la miseria humana, el ansia de unirnos con los demás en un todo, el afán de sobreponernos a la oscuridad, al dolor, al caos y a la muerte".


2021/04/06

¿Qué será de nosotros?

¿Qué será de nosotros cuando no queden más palabras, cuando ni siquiera nos quede el silencio? Los días pasan entre sustos, risas, miedo, ternura, enojos, paciencia y amor infinito, los días pasan…

¿Qué será de nosotros cuando pasen todos los días? Solo pensarlo duele, intentar no pensar es un reto siempre difícil porque cuando la mente se calla habla el silencio. Las palabras flotan pequeñitas, confusas, doloridas, asustadas y yo trato de atraparlas, guardarlas en el fondo del alma para siempre, a veces devuelvo otras igual de temerosas, vestidas de esperanza o disfrazadas, qué más da. Las palabras no son abrazos, no son manos entrelazadas, no son sonrisas ni lágrimas, pero qué será de nosotros cuando no queden más días ni palabras…