2021/05/23

Aunque en unos meses podamos ir y vayamos al lugar que habíamos planeado visitar en 2020, ese será el viaje que ya nunca haremos.

Circunloquio que quizá debería incinerar

Es de fuego el sol que derritió las alas del atrevido Ícaro, y son los libros alas que nos condenan a volar con la necedad de quien quiere escapar de un laberinto que no es sino solo un pasillo de otro que es un pasillo de otro que en otro laberinto está… ¿Es, entonces, Montag una versión futurista de Ícaro? No. Montag es solo un habitante del laberinto que creyó hallar la salida sin llegar siquiera a descubrirse a sí mismo; apenas empezó a andar, apenas logró acercarse a una grieta en el cubo que creía el mundo, apenas entendió que el mismo fuego que derrite alas sirve para iluminar el instante último de una ciudad que ya no logra existir más.

Mi más reciente lectura fue, por si aún queda alguna duda, la famosa novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451, y nada, me enganchó desde la primera línea, identifiqué en la ficción un espejo de la circunstancia general que nos atraviesa como sociedad distópica, me pareció poética la intención de rescatar de entre las cenizas a las páginas que pueden ser antídoto contra el embobamiento que nos agrupa en manadas fáciles de controlar y de destruir, me dejó un sabor agridulce con su final (es que me supo a una suerte de moraleja macerada en una conclusión demasiado abierta, demasiado amplia por la incursión de nuevos personajes cuya función parece apenas empezar cuando ya todo acaba), pero –este "pero" creo que es la causa del "y nada" que precede a la enumeración en curso– no me dejó citas a manera de huellas especialmente memorables para acompañar este capítulo de mi ejercicio "in-pandémico"* de registrar las sensaciones que me van produciendo los libros con los que intento descansar de la realidad. No obstante, quiero dejar claro que si bien no tengo la intención de memorizar esta historia, tampoco pretendo condenar al incinerador las 180 páginas que la conforman,  así que trataré de explicarme mejor: me gustó la novela, no me encantó (como sí ha pasado con otras obras sobre las que he escrito entusiasmada en este mismo espacio), quizá más por mi falta de méritos como lectora que por falta de méritos literarios del libro, quizá solo porque antes había leído fragmentos (el primer apartado y algún diálogo entre Clarisse y Montag) que me generaron una expectativa que no alcanzó a cumplirse por el cierre que considero se podía postergar.


*He aquí un claro ejemplo de mis conflictos actuales con las palabras (por cuánto me cuesta hallarlas, concatenarlas, transmitirlas, etc.): a esta suerte de neologismo le he puesto y quitado varias veces el guion, porque es bien conocida la regla de que antes de p va m, pero el prefijo que quiero usar es in-, me niego a transformarlo en im- porque le resta sentido… En fin, da igual, pues en esta discusión conmigo misma siempre llevo las de perder.