2021/03/30

De dolores y de tiempos

El cuello, la espalda, las manos, la rodilla: dolores que se suman a la palpitación del párpado, las ojeras, la "necesidad" de comer más y más en la noche. Un sumario, una lista de cosas que pasan pero pasarán (y ya no importa tanto si no pasan), un recuento de las huellas que va dejando la vida, la pandemia y su desvida, el miedo, la angustia, la impotencia y la obligación de sobreponerme a pesar de todo eso, porque todo eso es mínimo, insignificante, lo que sí importa es lo que me pone de pie cada día, lo que da fuerza a mis manos, lo que me ayuda a respirar profundo y a tratar de ser más paciente, lo que me duele en el alma pero a la par me da un motivo para agradecer cada día.

Hace un año y días me enfrenté con uno de mis mayores temores y pude agradecer porque se me concedió una de mis principales súplicas: que si llegase a pasar alguna catástrofe, estuviese con toda mi familia. Hace dos meses y días se me partió el corazón en dos, pero al mismo tiempo descubrí que esa fractura del alma permitió que salga a flote la fuerza que nunca creí tener. Y sí, el dolor no para, pero estoy aprendiendo a vivir con él, porque esa herida mía la produjo el más grande amor, el más honesto, el único que cumple a cabalidad aquello de "para toda la vida". No sé cuánto tiempo más le tenga que sumar a ese año y días, espero que poco; no sé cuánto tiempo más le pueda sumar a esos dos meses y días, espero que mucho, que todo… Y yo que siempre me llevé tan mal con el tiempo, hoy solo le pido que sea mi aliado, que me perdone el poco caso que le hice, que corra solo para alcanzar lo bueno y, para todo lo demás, vaya despacito.

Y ya, eso nomás sería.

2021/03/17

Un año

 Decir que mis sueños siguen intactos sería mentir: llevan un año mutando, desapareciendo, reapareciendo, postergándose, eliminándose, sustituyéndose por otros que ahora siento más urgentes aunque quizá menos realizables… La pandemia nos obligo a hacer un recuento de esperanzas, metas, anhelos y nos fue robando varios mientras nos quedábamos paralizados porque la calle se había vuelto un sitio prohibido, las manos un instrumento peligroso y el aire compartido un potencial peligro.

Un año llevamos de agendas vacías o llenas de tachones. Un año de vernos de lejos o no vernos. Un año de abrazar recuerdos. Un año de contar los días, primero de forma descendente y luego ascendentemente: quince días de confinamiento, catorce, seis, una semana más, ocho, diez meses, doce y quién sabe cuántos más. Se dice muy fácil, parece poco: un año. Pasamos de la Rata al Buey (según la cultura china) y quiero pensar que eso es bueno, quizá porque no hay bicho sobre la Tierra que me cause tanto malestar como la rata, así que imagino que hasta en cuestiones astrológicas el roedor ese es lo peor, así que su partida siempre será algo bueno, ojalá. Del buey sé que representa trabajo, fortaleza, campo: quiero creer entonces que su llegada es un mensaje claro, que implica la transición necesaria para salir del todo de la cloaca en la que se mueve la rata, que este será un año de transición, que implicará esfuerzo, pero que lograremos volver a lo esencial, que recuperaremos espacios vitales, que volveremos a la vida.

No sé si sea ingenuidad o un reflejo de una necesidad profunda, pero quiero creer –a pesar de todas las evidencias que la realidad me estrella en la cara a diario– que vienen días mejores: que la vacuna será el inicio de un reencuentro con esa libertad que la genial Nina Simone definía como "no tener miedo". Volver a abrazarnos será la forma de empezar a sanar, y creo que esto aplica para todos, porque la sensación de soledad no se va con tener gente alrededor, las tristezas no se espantan con choques de puños o codos, las palabras no logran transmitir las emociones que se producen cuando se juntan los corazones de forma físicamente metafórica. Quiero creer, necesito creer, creo que la tormenta pasará y el amor nos habrá salvado, aunque suene cursi o sea una fase hecha, porque no hay dinero, poder, ego ni nada más que sirva como el amor (propio y hacia/desde los demás) para abrigar el alma, ponernos de pie, sostenernos, impulsarnos, acompañarnos y celebrar el que podamos ser mejores personas.