2023/06/30

Mis ojitos de papel, mi corazón de tiza

He pasado una semana y un día de ver hacia adentro (porque afuera todo se veía borroso, y aún un poco), una semana y un día de no poder hacer ejercicio ni nada que requiera esfuerzo, de enfrentar un episodio de ansiedad por una vulnerabilidad no imaginada, de intentar leer mensajes y ver sombras en lugar de letras, de solo escuchar videos, de ver tele sin que las imágenes fuesen siempre claras, de tener junto a mi cama una torre de libros cerrados… ¿Qué pasó? Una cirugía necesaria que no era urgente, pero decidí no postergar porque el solo hecho de imaginarla me generaba cierta angustia que no quería prolongar. ¿Pasó algo más? Una oportunidad para mi subconsciente, mi inconsciente y mi disconscinte (?) de hacer una limpieza de verano en esos cajones que mi yo consciente había decidido no abrir más.

En estos días poscirugía he pasado noches de no hallar una postura que me permitiera dormir más de una hora seguida, también tuve dos o tres noches de un sueño tranquilo, profundo, delicioso, y he tenido noches "maso", con sueños en los que dos personajes detestables aparecieron: el uno vestido de payaso, intentando acercarse mientras yo me daba cuenta de sus intenciones y me iba; el otro mudo, sabiéndose no grato, no bienvenido, no aceptado, no perdonado, en la parte de atrás de un auto que yo conducía con la incomodidad inmensa de no poder echarlo porque a su lado estaba alguien a quien quería evitar un mal rato… 

Qué mal me caen los tres hermanos de mi consciente, seres malévolos que se aprovechan de un estado de sensibilidad inesperado para callarme, doblarme en zigzag y pasar ante mí nuevos niveles de ansiedad desbloqueados: la posibilidad  de rozar mis ojos con las manos o la almohada mientras duermo, la necesidad de apretar los párpados cuando estornudo, lloro o río descontroladamente, la angustia de pasar las horas sin leer, sin escribir, sin hacer aunque sea un par de estiramientos de esos que tanto agradecen mi cuello y mi espalda. (No vi la película, pero imagino que por aquí tiene que ir el guion de Intensamente).

Por suerte la realidad fuera de mi cabeza es, en ocasiones, menos ríspida que dentro de ella: mi familia ha cuidado de mis ojos y me ha ayudado con paciencia a calmar mi alma; ya veo mejor (y sé que todo volverá a la normalidad en unos días), ya puedo escribir y leer (aunque todavía no me animo con los libros, ellos son panas y entienden: no puedo hacerles zoom y no quiero forzar una lectura continua en la que todavía las letras bailan o se disfrazan), he caminado un poco más (con gafas y sombrero, muy juiciosa) y en el último chequeo el doctor dijo que todo está bien, que todo lo que me asustaba está dentro de lo normal y que debo cuidarme y tener paciencia nomás.

En resumen, todo pasa excepto algo: en situaciones como esta, tal como todos los días, extraño a mi mamá.