2021/01/30

Reflexiones intrascendentes sobre la monarquía, la democracia y la culpa de la vaca

 De todas las cosas en las que pienso últimamente y de todo lo que escribo aquí a manera de desahogo o de ganas de exponer mis puntos de vista, esto es lo menos importante, pero igual, va:

Estaba viendo el primer capítulo de "The crown" (soy fan de LadyDi y cuando supe que se hablaba de ella en la más reciente temporada, decidí ver la serie) y en una escena se ve cómo pasa el tren con la tal familia real por algún lugar tipo campo y los habitantes de ese sitio corren emocionados hasta cerca de las rieles, agitando sus manos, solo para "saludar" a los viajeros y con la esperanza de verlos, imagino. De esta imagen y de otros detalles, como que trasladan todo un quirófano para operar al rey en su castillo (?), me quedó dando vueltas una idea respecto al sentido de la monarquía y su prevalencia –no tan agónica como se suele señalar cada vez que un "noble" de aquellos tiene un "desliz" ético– en este destartalado y falsamente novedoso siglo 21: miembros de una familia y contados "escogidos" gozan de lujos inimaginables y más dinero mensual del que cualquier mortal en años de trabajo, todo esto a costa del tan mentado "pueblo" (claro que hacen labor diplomática, social y hasta, en algunos casos, humanitaria, pero la retribución viene igual si su actividad es mínima o superficial); no obstante, es ese mismo pueblo el que los mantiene ahí, en sus cómodos tronos, con sus trajes y joyas con cuyo costo se podría vestir y alimentar a muchísimas personas que hoy viven en situaciones precarias. La monarquía existe porque la gente quiere, el enriquecimiento de reyes y su combo cuenta con el beneplácito de sus "súbditos" y ahí sí que ya nada, caduno caduno, que se dice.
Ahora bien, por otro lado, por estos lados, tenemos este sistema tan peculiar al que solemos llamar "democracia", la cosa esta es parecida pero radicalmente diferente a la monarquía: acá también hay familias que se enriquecen a costa del pueblo, pero lo hacen mediante un método conocido técnicamente como "robo".
La cosa no es muy distinta en cualquier rincón de Latinoamérica que se analice, pero centrémonos en Ecuador: acá en cada periodo de gobierno salen enriquecidos (o más enriquecidos, porque hay muchos reincidentes, aunque van cambiando de rol) si no el presidente de turno, el vice y/o uno de sus ministros y/o varios y/o mandos medios y/o gente de la cúpula militar y/o líderes religiosos y/o empresarios abusivos… Pero claro, en ningún caso los bolsillos de estos sátrapas se llenan de forma honesta, leal con ese pueblo que –ciegamente– los aclama por creerlos salvadores ante las desgracias que cada día son más y que ellos ofrecen cambiar en tarimas construidas a partir de mentiras y oscuras negociaciones previas.
No tengo un recuerdo vivencial de lo que fue el gobierno de Roldós, intuyo que si lo asesinaron fue porque era de los pocos que podía salirse de la lista de podredumbre política, tampoco tengo muy claro lo que pasó cuando Hurtado asumió la presidencia, pero de ahí en adelante puedo decir que mana la misma pestilencia de gobiernos de derecha como de "izquierda" (entrecomillo porque la izquierda es un ideal que no se aplica a este mundo, mucho menos a este rincón del mundo en el que los líderes de la supuesta izquierda son más conservadores, falsos, deshonestos y despiadados que muchos de los peores ultraderechistas de la historia). No veo una diferencia importante, que permita catalogar a alguno de "menos peor", entre León Febres Cordero, Abdalá Bucaram, Rafael Correa; Lucio fue igual de inescrupuloso aunque quizá menos violento, salvo en la represión de los días en que salimos a la calle para repudiarlo; Moreno, aunque se le salió del corral al capataz Correa, mantuvo entre sus aliados a varios de los peores especímenes del correato, ha amparado a funcionarios corruptos de alto y mediano rango, y él mismo tiene muchas cosas que explicar (cosa que nunca hará, claro).
¿Y ahora?, ahora nada, toca votar nomás (anoche soñé con eso: un montón de papeletas, una vacía, un tedio doblarlas de tantas que eran, con ganas de irme rápido pero teniendo que quedarme a buscar mis gafas perdidas en el desgano de hacer algo que considero una farsa). ¿Por quién votar? Si hay algo que detesto es que la gente le diga a otra por quién "debe" votar y por quién no; me parecen insoportables los fanáticos de unos o de otros, me desesperan los ilusos, me fastidian los que se creen más inteligentes y resultan ser tan "borregos" o tan "tontos útiles" como aquellos de los que se burlan, los egoístas, los que piensan que con prepotencia y desprecio o groserías van a lograr votos para sus arauces, sus lassossss, sus yakus (y hasta ahí nomás, porque los otros todavía no tienen clubs de fans con tanto alcance y capacidad de generar desagrado). En lo personal, sigo debatiendo internamente entre el votar en contra de o hacerlo por quien realmente me parece una opción mejor: el correísmo, desde el cabecilla para abajo, me produce repulsión física, intelectual, emocional, espiritual; por tanto, es obvio que por Arauz no votaría incluso si fuese el único candidato para todas las dignidades a elegir; Yaku Pérez hubiese sido una de mis opciones si no fuera porque mostró su verdadero rostro en los oscuros días de octubre 2019 (al menos esos días horribles sirvieron para romper caretas de todos los bandos); Freile (¿o es Freire?) me parecería buena opción si no fuese porque en su colectivo se incluye el nefasto Salcedo y todas las sombras que lo amparan; me quedan dos alternativas: Hervas y Lasso (ni yo lo puedo creer). Hervas tiene sus cosillas populistas o no sé qué será eso (lo del TikTok), pero creo que sus ideas (al menos las que ha hecho públicas, porque con los políticos nunca se sabe) son más cercanas a mi forma de pensar y a lo que considero importante. Lasso… ay… nada, estoy tratando de encontrarle algo que me ayude a votar por él y no solo en contra de Arauz; en general, no me gusta CREO, pero suelo votar por las personas, obviando el membrete político (porque sino siempre votaría nulo para todas las dignidades), lo malo es que Lasso tampoco me gusta como individuo, o sea aparte de su nulo carisma (que no es lo más importante, pero que sería al menos alguito), no comulgo con la gente tan conservadora (jajaja, parece chiste, esto de no comulgo… 😂, sorry) que de un día para el otro se pone una camiseta tipo "yo soy pueblo" y come tripa mishky con la mano en alguna esquina para sacarse fotos (ya sé que no pasó tal cual, pero es la idea). No me incomoda que sea un ejecutivo de traje ni que tenga el dinero que se ha ganado con su trabajo, no estoy en contra de los empresarios honestos, sí de los "posers", de los que impulsan o frenan (a través de la gente de su bancada) leyes o similares que luego en tarima prometen cambiarán o incentivarán.
En fin, como dije al inicio, de todo lo que pasa en la vida lo menos importante es esto (para mí, porque hace mucho que dejé de creer en los sistemas y las políticas como espacios para mejorar en algo a este mundo agónico), pero al menos me distrae pensar en estas vainas cada tanto.

2021/01/21

 Estoy tratando de entender, estoy tratando de sostenerme y encontrar un equilibrio que no sé si existe.

Escribo porque hay días en que no hallo otra forma de agarrarme de la vida, es que a veces –hoy– pesan tanto los miedos, pesa tanto la incertidumbre… Diría que siento rabia, quisiera sentirla, pero no es así: ¿rabia contra qué, contra quién? 

Escribo porque no entiendo, porque por momentos siento que no puedo sostenerme, que no hay equilibrio posible. Escribo porque los abrazos que necesito no los puedo dar. Escribo porque trato de poner en palabras todo lo que no puedo explicarme. Me obligo a ordenar mis ideas y a sacarme de dentro esa roca inmensa que en un instante me creció en el pecho y ya no me deja respirar: no puedo.

No sé por qué escribo. Sí intuyo por qué escribo aquí: necesito contarle a alguien lo que está pasando, lo que estoy sintiendo, pero las únicas personas que podrían entenderme ya lo saben y sienten lo que yo, o tal vez no, tal vez entienden mejor todo, tal vez logran actuar a pesar de todo, yo solo me paralizo, apenas puedo preguntar algo, intentar mostrarme fuerte siendo en realidad torpe… Entonces nada, no entiendo, no sé nada.

2021/01/02

Mi experiencia con Las voladoras

Hace unos días vi en Twitter alguna nota de prensa que hacía referencia a Las voladoras,  el primer libro de cuentos de Mónica Ojeda, compartí ese tuit con un deseo en la cabecera: quería recibirlo por Navidad. Esa "petición" pública en realidad era una forma de difundir, de apoyar la obra de una escritora que sabía reconocida pero a la que aún no había leído. ¿El resultado? Una persona muy generosa a la que le tengo mucho cariño me escribió por MD y me dijo que ella quería regalarme el libro: le agradecí muchísimo por el gesto, porque sé que fue algo espontáneo, pero en una época tan complicada no me parecía justo que gastase ese dinero en mí. Bueno, para resumir, sí recibí la obra en Navidad: me la regaló una de mis hermanas.

Entonces, una mujer escribió un grupo de cuentos que otra mujer deseó, también es mujer quien quiso obsequiar el libro y es mujer quien se lo compró a una librera –mujer– y lo regaló. ¿Coincidencia? Probablemente sí, pero aunque suene redundante, debo añadir que la mayoría de personajes de las historias son mujeres y, de yapa, llevo un tiempo escribiendo cuentos y todos tienen una mujer como protagonista.

Terminado el preámbulo, voy a lo que importa: Las voladoras

Tal vez por andina, por mujer o por bruja, reconocí algo de mí en varias de las ocho narraciones (no sé si esto deba preocuparme o preocupar a quienes me rodean…) y eso, puedo decir desde mi experiencia como lectora y como editora literaria, ya es un punto a favor del texto. Imagino que otras lectoras experimentaron algo similar, pero quizá pocas reconocerán que, al pasar las páginas, vieron sus uñas manchadas de sangre, se imaginaron danzando hasta desprender sus cabezas y verlas caer al otro lado de un cerco, escucharon retumbar sus miedos en habitaciones contiguas, se leyeron refiriéndose a sus amigas (?) o quisieron que también les cayese el cielo encima… Pienso también que a muchas la ficción de las 121 páginas las estremeció porque, incluso si no la experimentaron en carne propia, vieron distintos rostros de una violencia que espanta tanto porque sabemos que no es irreal.

Las mujeres somos seres complejos y nuestros entornos lo son aún más: la región andina está cimentada en mitos que a veces tienen la única función de ocultar la crudeza de la realidad. Los escenarios de estos ocho cuentos lo son también de historias en los que la violación, el incesto, el femicidio, las perversiones, la crueldad y el dolor no son motivos literarios sino horrores cotidianos. La maestría en la pluma de Ojeda se evidencia en la capacidad de narrar esos horrores con una voz poética y, a la par, fuerte: pone sobre el tapete todo aquello de lo que no queremos hablar o de lo que hablamos bajito, pero solo si le sucede a alguien más.

La estética de lo grotesco puede resultar perturbadora, sobre todo cuanto no es la perturbación lo que prima en el sabor que deja la obra al terminar de leer la última línea, pero yo elijo quedarme con la gama entera de sensaciones que me produjo el conjunto de páginas: sí sentí angustia, desconcierto, ira y hasta asco en algunos pasajes, pero también experimenté ternura, compasión, curiosidad, deleite. No hay síntesis mejor para Las voladoras que las mismas palabras de su autora en el último de los cuentos: "Esta escritura es un conjuro entretejido en lo más profundo de la tierra. Un desafío arrojado al estómago de mi duelo".