Hemos roto los silencios, una y otra vez, para recordarnos que existimos.
Ya no hablamos, gritamos cada tanto, pedimos auxilio; que nadie va a salvarnos responde el eco del abismo.
El plural, voz de la necedad o del descuido: no hablamos, no gritamos, no (nos) recordamos ni existimos.
Si alguien ha de salvarme seré yo, entre ecos de silencios abisales, silencios reconstruidos.