2022/09/21

Nos queremos vivas, pero nos matan

Nos queda rezar cuando salimos o cuando está afuera una hermana, una amiga. Nos queda pedir ayuda en redes sociales cuando una de nosotras desaparece, porque la burocracia nos mira con desprecio o con indiferencia nos dice que hagamos los trámites, pero que no aseguran nada. Nos queda vivir con angustia, rabia y miedo hasta que encuentren un cuerpo y nos digan que es ella. Nos queda cargar con el dolor a todos lados, exigiendo justicia entre lágrimas y gritos, siempre solas aunque acompañadas. Nos queda la impotencia de ver que la justicia no es justa, que la hermana, amiga, desconocida es un número que se suma a tantos otros en una perversa estadística. Nos queda saber que la gente sin alma se apodera del caso para usarlo como tarima política. Nos queda apretar los puños y el alma para no responder, porque ya no sabemos cómo, a los canallas que se burlan o nos atacan mientras "argumentan" que mostrar los senos es violento y que a ellos también los matan.

Nos queremos vivas, pero nos matan y el Estado (aka Gobierno: este, los anteriores, los que vendrán y la nefasta Asamblea) mira para otro lado o nos abraza si, y solo si, al frente hay una cámara.

Nos vemos en el espejo de las otras: estamos menospreciadas, ridiculizadas, insultadas, golpeadas, apuñaladas, violadas, ahorcadas, asfixiadas, arrastradas, mutiladas; nos lloramos y gritamos, pero nadie nos escucha, porque hay fútbol, porque correas y lassis, porque hay muchas desgracias y las nuestras ya están normalizadas. Nos acurrucamos en el regazo de esa amiga, de esa hermana, de esa desconocida que ya no está y le pedimos perdón por no haber adivinado, por no haber estado, por no saber cómo evitar que la próxima sea otra amiga, otra hermana.