2015/11/25

VIAJE AL CRÁTER DE NGORONGORO

Reseña de la obra ganadora del premio Darío Guevara Mayorga 2015

El rostro fuerte de un mamífero, quizá poco conocido para nosotros y hábilmente recreado por Marco Chamorro, es la puerta de entrada a la novela Viaje al cráter de Ngorongoro. Dos historias aparentemente inconexas, la de un ñu y la de una periodista, se entrelazan en medio de un exuberante paisaje africano. Alina Ubilla, joven reportera ecuatoriana está siguiendo con su equipo la migración de una manada de ñus, liderada por Orcux. Ambos personajes enfrentan momentos decisivos en sus vidas, deben dejar atrás las ausencias y los miedos que podrían ser obstáculos para llegar al objetivo de ese trayecto que, casualmente, están compartiendo.

Hans Behr presenta a sus lectores una interesante investigación que le ha permitido no solamente crear personajes humanos con emociones a las que es fácil vincularnos, sino que ha logrado que podamos ver varios aspectos de la realidad por medio de la interacción de animales poco conocidos en este lado del Mundo, como las hienas, las cebras, los cocodrilos y los ñus.

La solidaridad, la lucha por la supervivencia, el sacrificio a favor del colectivo y una razón sólida para cada acto pueden verse a lo largo de la obra de tal forma que cualquiera de sus escenas deja de ser un cuadro de documental para convertirse en un episodio muy rico en contenido. No se trata de una novela de héroes y villanos, es una historia de personajes en la que cada uno de ellos juega un papel importante para lograr mantener el equilibrio en una lucha permanente en la que todos –animales y humanos– pueden cambiar su rol de víctimas a depredadores, si las circunstancias y el bienestar de sus compañeros de camino se lo exigen.


Cada paso en la carrera por la supervivencia de la manada de ñus halla su paralelo en los intentos de Alina, la periodista, por recuperarse de eventos de su pasado que la marcaron y aún no ha logrado superar. La intensidad de los instantes narrados y la acertada descripción de los escenarios generan una necesidad en el lector: debe avanzar tan rápido como la manada, al ritmo vertiginoso del helicóptero desde el que se filma todo; no se puede detener, porque los pensamientos de Alina no paran y Orcux sabe que solo podrá descansar cuando haya llevado a los suyos a su destino.