2018/07/29

#NosFaltan3 (y muchos más, lo sé)

Cuando todo empezó, las vigilias eran una suerte de oración por sus vidas: “¡Vivos los llevaron, vivos los queremos!” y “¡Nadie se cansa, hay esperanza!”, gritábamos. Luego, con el dolor atravesado en cada palabra (dolor que de tan grande se apoderó también de quienes no fuimos sus amigos o parte de sus familias), repetimos incontables veces que #NadieSeCansa, exigimos que se devuelvan los cuerpos de Paúl, Javier y Segarrita, que se respete la vida de Óscar y Katty, que honren la memoria de los militares que murieron en una guerra de otros… “¡Dignidad y justicia!”, "¡Libertad y justicia!” fueron los gritos de esos días. 
Entre una y otra vigilia, en medio de la angustia y la impotencia, notas de prensa aparecían y con ellos los comentarios más viles que recuerdo haber leído *empecé a escribir ejemplos de esto, pero opté por no reproducirlos, porque no valen el esfuerzo, la ira ni la pena*, y desde sus oficinas los ministros parecían no estar enterados o no estar interesados: su aporte (?) consistió en declaraciones absurdas entre tartamudeos e ideas poco claras, ruedas de prensa para decir lo que ya todos sabíamos (porque sin nada de tino y sensibilidad la prensa colombiana lanzaba tuits como bombas para el alma de las familias), reuniones con representantes de los secuestrados para prometer paja… y en el gran acto (así, como los que preparan quienes producen espectáculos circenses) de la “desclasificación” y entrega de “información reservada”. 
En Colombia hallaron los cuerpos de quienes fueron parte del equipo de El Comercio: Efraín Segarra, Paúl Rivas y Javier Ortega, los devolvieron; luego pasó lo mismo con los restos de Katty Velasco y Óscar Villacís, la pareja de Santo Domingo (de quienes se supo que estaban secuestrados y nada más hasta que encontraron sus cadáveres, si hubo información adicional nunca se la transmitirmeron a sus familiares). Los exministros no fueron cuestionados, al contrario, recibieron una medalla (Navas) y altos cargos fuera del país (Zambrano y Espinosa), quienes los remplazaron (salvo por el canciller) no se han mostrado más interesados y tampoco más humanos… Como acá no hay esperanza –y peor aún confianza– de que se haga pública toda la verdad respecto a lo que pasó y sigue pasando en la frontera norte, las familias acudieron a la CIDH: sus enviados fueron testigos de la burla (aquella del acto circense) con la que el gobierno ecuatoriano quiso mostrar “transparencia” a los seres queridos de las víctimas. 
¿Y ahora qué sigue? Pues lo que necesiten don Galito, sus hijos y su esposa, la señora Lupita, Carito y sus tíos, Cristhian y su hermano, la familia de Katty y la de Óscar. No es momento de bajar los brazos, de callar y fingir que nada pasó o que es normal que secuestren y asesinen a la gente querida (nuestra, de alguien más, eso no importa), no es momento de seguirles el juego a los políticos que están en el poder o que quieren alcanzarlo aprovechándose de las desgracias de personas buenas. Es el momento de mantener encendidas la empatía y la memoria colectiva (como las velitas que llevamos a cada vigilia) y de escribir, de contar, de gritar que no queremos que esto se repita, por eso exigimos #VerdadYJusticia.