2012/09/23

desRUEDAda

Cuando me encuentro con alguien que me saluda y me pregunta “¿cómo vas?” yo respondo “a veces a pie, a veces en bus...”. Aunque parezca lo contrario, no estoy tratando de ser graciosa o de jugar con el sentido literal de la pregunta, simplemente estoy haciendo una confesión honesta y orgullosa de mi especie en el ecosistema de las calles de Quito: soy una peatona (desruedadus citadinus).

Tal vez el mundo piense que ser peatona es el equivalente a ser una pelusita en la solapa del traje gris del tiempo, es decir: que no trasciende. Seguro entonces “el mundo” lo conforman los seres ruedados, o sea aquellos que se movilizan sobre ruedas (muchas, cuatro, tres, dos, una, da igual).

Me explico: para los seres ruedados, los de a pie estorbamos. Si estos van por la calle y tienen cuatro ruedas o más, se lanzan los unos sobre los otros, se insultan o compiten para ganar el trofeo a la mayor contribución para la adecuada contaminación –sonora, del aire y espiritual- del planeta. Si su camino es el mismo, pero no superan las dos ruedas… ¡uy! De tanto ninguneo y maltrato en la vía, optan por circular por las veredas (si los ruedados de cuatro no dejaron ahí sus extremidades para tenerlas lo más cerca posible y no ser confundidos con esos raros bichos sin ruedas). Eso sí, abandonar sus ruedas ¡nun-ca! (en algunos casos por pasión, en otros por salud, en otros porque está de modafff).

Los desruedados, entonces, somos seres con tiempo y sin espacio (no tengo muy claro lo que es “el tiempo”, aunque -al parecer- a los ruedados siempre les falta…). Pero tampoco es que somos tan etéreos, de hecho, cuando las calles se llenan de agua porque ha llovido a millares surgir y los de muchas, cuatro, tres, dos o una –da igual- ruedas pasan con su apuro habitual junto a nosotros, ¡nos mojamos! Cuando vamos de lo más tranquilos por la vereda y uno de los de la subespecie de ruedados motorizados lanza una nubecilla negra, ¡la respiramos! (¡¡fuchi!!). Y cuando se adhieren al pito como si fuese un conducto por el que pueden enviar los malos momentos del día, ¡nos contagiamos de su ira!

¿Cómo no estar orgullosa de pertenecer a una especie en constante peligro de extinción? Si salir a la calle así no más, sin ruedas ni ninguna coraza, no es una muestra clara de valentía, ¿qué lo es? Por eso, con mi frente en alto, una vez más lo digo: ¡soy una peatona! y a todos los sobrevivientes de mi especie los convoco: desruedados del mundo, ¡unámonos!


p. d. viajar en bus... ¡esa es otra historia!

2 comentarios:

  1. No sé si has leído a Cortázar, pero tu post me hizo sentir que leía a un Cronopio xD

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  2. ¡Ey! qué lindo comentario :) He leído a Cortázar y lo amo. Ya alguna vez lo dije, hoy te lo cuento a ti: en el horóscopo cortazariano, soy Cronopio, ¡sí que sí! seguro también tú lo eres (entre nosotros nos reconocemos).

    Gracias por la buena onda :D

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