2013/03/30

tictactic-tac


No es un tema nuevo, el asunto del tiempo y el destiempo son recurrentes en mi cabeza y en mi vida, no entiendo cómo algo tan abstracto nos puede gobernar de esa manera... Claro que esto nos remite al asunto de los encuentros y los desencuentros: la lógica dicta que para que se produzca un encuentro debe haber coincidencia de tiempos, pero la lógica es uno de los inventos más absurdos de la humanidad, los encuentros se producen cuando no hay parámetros de por medio, ni espaciales ni temporales, si no no serían encuentros, serían una permanencia conjunta en un lugar del tiempo... aburrido. Los desencuentros, en cambio, sí requieren coordinación entre los tiempos, pues si no se logra evitar una coincidencia, son encuentros reiterada e infelizmente producidos...

No logro dormir cuando todos cierran los ojos, ¡pero tengo que abrir los míos cuando todos creen abrirlos! No puedo concebir una vida más chiquita porque el calendario tiene una hoja menos... ¡es absurdo! Sin embargo, las leyes de la convivencia armónica me obligan a regirme por algo en lo que no creo (porque es un asunto de fe, y mi religión -el paoteísmo- nada tiene que ver con el correr en el círculo sin sentido del tiempo).

Qué tirano es el reloj cuando quieres eternizar los momentos... Qué invento tan absurdo: contar, contar, contar sin parar el tic tac de una máquina que no hace más que repetir movimientos (y una vez más: ¡malditos círculos!). No sé, los cronómetros para las carreras, para llegar a un punto impuesto, a mí no me molesten con sus apuros y sus reglas, porque mientras lo hacen se les va el tiempo...

2013/03/04

Latinoamérica aún tiene mucho que contar


Artículo publicado en la edición de marzo 2013 de la revista Nuestro Mundo



El fenómeno literario que se conoció como el Boom Latinoamericano abrió las puertas del mundo a la narrativa del subcontinente. Medio siglo después, nuestra prosa sigue atrayendo a los lectores del mundo y se publica -entre otros idiomas- en inglés, francés, italiano, portugués y alemán.


Hasta la década de los 50, parecía que, para el resto del planeta, en Sudamérica “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”, tal como se describe en Cien años de soledad el inicio de un mundo tan real y mágico como todo el subcontinente. Pero a inicios de los 60, algunos escritores "no solo veían las imágenes de sus propios sueños, sino que los unos veían las imágenes soñadas por los otros" y empezaron a plasmar en sus obras esa realidad onírica circundante.

Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes son los nombres de esos autores que lograron lo que hasta entonces no había sucedido: que la narrativa de América Latina empezase a cobrar notoriedad y que se valorase su calidad al punto de darle un lugar importante dentro de la literatura mundial. Por muchos años, fueron esos nombres y los de otros escritores destacados, como Jorge Luis Borges, Juan Rulfo y Alejo Carpentier, los que dieron a conocer la particular cosmovisión latinoamericana al mundo. Incluso ahora, medio siglo después, lectores de diversos países se siguen maravillando con novelas como Rayuela, La ciudad y los perros o La muerte de Artemio Cruz.

Pero ¿qué ha pasado con la literatura del subcontinente en estas últimas décadas? ¿Siguen siendo el realismo mágico o la introspección sartreana los ejes de nuestra narrativa? Las respuestas van de la mano con la historia reciente: exilios, guerras internas, narcotráfico, corrupción gubernamental y una lucha constante por la reivindicación de la mujer dentro de la sociedad han sido los acontecimientos que han marcado el final del siglo XX y el inicio del XXI en Latinoamérica y –por tanto- la evolución de su arte. Marcela Serrano, Roberto Bolaño, Santiago Roncagliolo, Ángeles Mastretta, Juan Gabriel Vásquez, Fernando Iwasaki, Gioconda Belli, Santiago Páez y Rafael Lugo son algunos de los representantes de esa narrativa contemporánea que nos retrata de una manera quizá menos elaborada o experimental, pero tan atractiva como la de sus antecesores.

Aunque es arriesgado, e incluso irreal, hablar de una nueva corriente literaria, es evidente que en la mayoría de obras “posboom” ha habido una tendencia a recuperar la sencillez como recurso narrativo; es decir, las novelas de esta etapa le apuestan al estilo directo, fácil de leer. Los personajes se alejan de esa aura etérea que distinguía a muchos de los protagonistas de las historias del Boom, ahora son más “terrenos”. El peruano Fernando Iwasaki ejemplifica a la perfección esto en El libro del mal amor, cuyo narrador protagonista es un joven que cuenta hilarantes momentos de su vida relacionados con fallidos intentos de conquista, de ahí el nombre de la obra.

La inquietud por explorar y dar a conocer el universo femenino en general y de la mujer latinoamericana en particular ha sido el punto de partida de importantes obras de este tiempo. La mujer habitada es una historia en la que Gioconda Belli fusiona dos épocas -momentos de lucha y resistencia social- en Lavinia, una joven arquitecta que descubre dentro de sí la esencia de Itzá, una guerrera náhuatl, y con esa fuerza participa en el proceso de liberación de su país de la tiranía de su gobernante (hecho que refleja la realidad nicaragüense de la década de los 70). Marcela Serrano -autora de Nosotras que nos queremos tanto y El albergue de las mujeres tristes, entre otras novelas- y Ángeles Mastretta –que con su libro Mal de amores fue la primera mujer en hacerse acreedora al premio Rómulo Gallegos- se centran en ese redescubrimiento de la mujer en el que, en primer término, se enfrenta consigo misma para dar pasos firmes en el camino hacia la reivindicación de su capacidad de asumir más roles de los que hasta hace algunos años la sociedad le permitía.

Santiago Roncagliolo, Juan Gabriel Vásquez y Rafael Lugo están en el grupo de los más jóvenes, en la treintena o apenas saliendo de ella, lo que los aleja un poco de temas como el exilio y la subversión relacionada con ideologías políticas. El peruano Roncagliolo se convirtió en 2006 en el autor más joven galardonado con el Premio Alfaguara, por su novela Abril rojo, obra que, al igual que El ruido de las cosas al caer (Premio Alfaguara 2011) -del autor bogotano Juan Gabriel Vásquez- usa la investigación detectivesca como nexo entre la ficción de sus obras y los fragmentos/retratos de la realidad de sus países. Lugo dibuja en 7 el perfil de un personaje marginal: un loco que huye de la cordura y busca enredarse en excesos, pero al mismo tiempo permite ver la “cara oscura” de la clase media alta de Quito, la ciudad en la que nació y vive este escritor.

Entre la ciencia ficción y la novela policial, el quiteño Santiago Páez es el creador de una tetralogía que evidencia varios rasgos de su formación académica (estudió Derecho, Antropología, Comunicación y Literatura). Crónicas del Breve Reino es un conjunto de cuatro pequeñas novelas -la primera es una narración histórica, la segunda policial, la tercera de aventuras y la cuarta de ciencia ficción- que se entrelazan por medio de la repetición de personajes y escenas para formar una sola.

Pero de entre todos los autores latinoamericanos que se han destacado luego del Boom, sin duda Roberto Bolaño ocupa un sitial muy especial. Los detectives salvajes, 2666 –publicación póstuma, pues este chileno murió prematuramente en 2003- y Estrella distante son tres novelas suyas que están entre las primeras 15 de las 100 mejores obras en español de los últimos 25 años, lista elaborada por varios escritores y críticos literarios. La pasión de Bolaño por la literatura se refleja en el conjunto de sus creaciones, de hecho es un tema constante en sus escritos. Cuenta la voz narrativa en el breve y magistral párrafo que da inicio a Los detectives salvajes: "He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así."

Huellas de mujer que hacen camino


Artículo publicado en la edición de marzo 2013 de la revista Vamos


El rol de la mujer en la sociedad ecuatoriana se ha diversificado, pero aún hay mucho camino por recorrer, una clara evidencia es el reciente proceso electoral de febrero. Seis de los ocho candidatos a vicepresidente eran mujeres; no obstante, la atención se centró en los candidatos a la presidencia, todos hombres, o en los dos candidatos masculinos a la vicepresidencia.

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  • La población del Ecuador está constituida en un 50.44% por mujeres, de acuerdo al más reciente censo de población realizado por el INEC (2010).


  • “En general, los cargos importantes en el sector público y privado son ejercidos por hombres. A las mujeres aún se nos ve como personal de apoyo” María Dolores Miño


  • La edad, así como su estado civil, número de cargas familiares y apariencia afectan la posibilidad de algunas mujeres de conseguir trabajo.

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“Detrás de un gran hombre está una gran mujer” se decía con frecuencia hasta no hace mucho, relegando así a las féminas a un eterno papel secundario en la historia. En Ecuador, la aplicación de esta frase era evidente incluso en el Código Civil: “en los años 70, las mujeres no podíamos representarnos a nosotras mismas, sino que necesitábamos la autorización de padres, hermanos o esposos”, comenta la antropóloga especialista en Género y Derechos de las Mujeres Saraswati Rodríguez. En dicho contexto, si bien muchas mujeres contaban con educación superior y algunas trabajaban fuera de casa, se asumía que no estaban capacitadas para ocupar los mismos cargos que los hombres.

Con la Ley de Cuotas Políticas, promulgada en 1998, se abrió un espacio antes muy limitado para la participación femenina en los cargos de elección popular: un porcentaje de mujeres debía ser parte de las listas. En 2008 se estableció la alternancia, es decir que por cada hombre optando por ser elegido debe haber una mujer. En cuanto a políticas públicas específicas para tratar asuntos de este sector de la población, “hasta 2009 el Consejo Nacional de la Mujer (CONAMU) era el órgano rector en materia de género en el país. En ese año, mediante Decreto Ejecutivo se ordenó que se iniciara un proceso de transición con miras a la creación de un Consejo de las Mujeres e Igualdad de Género”, explica María Dolores Miño, abogada especialista en Derechos Humanos y Relaciones Internacionales.

Sin embargo, el mayor nivel de inclusión de la mujer en la vida pública no ha significado la abolición de la discriminación y menos aún de la violencia relacionada con género. “El último informe del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU se refirió al tema indicando que los estereotipos de género colocan a la mujer en una situación de inferioridad, pues existe una brecha en la participación en el mercado laboral, así como existe violencia y abuso sexual en el ámbito educativo”, dice la abogada. Refiriéndose a la situación específica de Ecuador, comenta que “el último Índice de Desigualdad de Género, publicado por Naciones Unidas en 2011, ubicó al Ecuador en el puesto 83 de 187 países en cuanto a igualdad de género”.

Uno de los mayores conflictos con los que lidian actualmente las ecuatorianas es la violencia. De acuerdo con los datos que proporciona el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) en su página web, seis de cada diez mujeres en Ecuador han sido violentadas ya sea psicológicamente, físicamente, sexualmente o afectadas en su patrimonio. “En ciertos casos las mujeres sufren una doble victimización, por ejemplo cuando pertenecen a minorías étnicas o grupos económicos vulnerables”, dice Miño. En 2012 se dispuso que las 38 Comisarías de la Mujer se conviertan en Juzgados de Violencia Intrafamiliar, con el fin de crear un sistema integral de atención a víctimas de violencia de género, lo que para la antropóloga ha significado “retroceder diez años, al menos” en materia de protección a la mujer, pues en el proceso de transición el trabajo se ha frenado.

Respecto a la discriminación laboral, Rodríguez expone que “el argumento para no contratar una mujer está vinculado con su tarea de madre y los costos en términos de salud sexual y reproductiva que esto implica, pues las mujeres que optan por la maternidad requieren seguro privado y un tiempo de lactancia”. Miño comenta que tanto la Constitución como el Código de Trabajo protegen a la mujer de un trato discriminatorio y más aún en periodos de embarazo y lactancia. No obstante –pese a las regulaciones- “existen aún diferencias importantes en cuanto al acceso al trabajo, el trabajo doméstico casi en su totalidad es realizado por mujeres y, de acuerdo al Comité de Derechos Económiocos, Sociales y Culturales, las diferencias en cuanto a remuneración siguen siendo notables” explica.

Pero, superando las trabas, cada vez son más las mujeres que incursionan en roles que no necesariamente descartan a los que la sociedad tradicionalmente les ha otorgado: hijas, esposas, madres. De acuerdo a la Encuesta de Uso del Tiempo (EUT) más reciente -realizada por CONAMU, INEC y UNIFEM en 2005- en 1980 las mujeres que participaban en la actividad económica del país eran el 16.9%, mientras que para 2005 este porcentaje se incrementó al 33.5%; actualmente, el 47% de mujeres trabajan, en comparación al 71% de hombres en el mercado laboral, según el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. La EUT, además, dio a conocer que los hombres trabajaban al menos 18 horas semanales menos que las mujeres, en una medición que incluyó labores no remuneradas, es decir el trabajo doméstico.

Dentro de casa también se ha desbaratado el mito del “sexo débil”, si bien la fortaleza física y ciertas aptitudes son diferentes entre los géneros, ahora es mucho más común que se compartan roles o, ante la ausencia de una pareja, que las mujeres afronten solas responsabilidades como la crianza de sus hijos. Es que la mujer no se limita ni se detiene frente a los obstáculos, está consciente de que ha ganado terreno, pero aún falta mucho por hacer, así lo explicó en el siglo pasado la escritora y filósofa Simone de Beauvoir: “Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa”.

Ingenieras, doctoras, policías, hay mujeres desempeñándose en las más diversas profesiones, aunque todavía hay un trecho por recorrer en cuanto a la asimilación cultural de esta realidad. “En el ejercicio del derecho, que es mi área profesional se ve mucho esto. Cuando vas a hacer un trámite y te tratan de “niña”, o “doctorita”, de alguna manera están menospreciando tu condición de profesional mediante actitudes paternalistas que finalmente pretender decir que no estás suficientemente calificada”, expone María Dolores Miño.

Muchas mujeres han sido protagonistas de la historia, entre ellas están Matilde Hidalgo, primera ecuatoriana en obtener un doctorado en Medicina y primera latinoamericana en ejercer el derecho al voto; la militante comunista y primera diputada en nuestro país Nela Martínez; Tránsito Amaguaña, símbolo del movimiento indígena y pionera de la educación bilingüe (kichwa - español) en nuestro territorio, y Mariuxi Febres Cordero, cinco veces campeona sudamericana de natación. Ahora, en el siglo XXI, miles de mujeres son parte de ese gran grupo femenino que ha decidido dejar su huella a cada paso.