2012/11/02

de muertes y placeres

Cuando voy a un cementerio el 2 de noviembre -o en cualquier otra fecha- lo hago para observar a la gente, para descubrir lo insólitas y bellas que pueden ser algunas tumbas, para llenarme de instantes que guardo con mi cámara o que transformo en palabras. Yo no voy a los cementerios a buscar a "mis muertos", eso no tiene lógica para mí; la gente que amo es inmortal.

Hoy no fui ni iré a algún "campo santo", ni para tomar fotos ni para intentar hallar en los ojos de las personas algo, lo que sea (estos son días de gente que camina por el mundo con la mirada vacía). Hoy me limitaré a desempolvar tumbas reales: esas en las yacen mis libros, mis discos, mis cuadernos, mis esferos, todo lo que me llena de vida y he abandonado en los últimos meses.

Reconozco que, como suceso cultural y simbólico, este es un día especial; sin embargo, en la muerte y en la Muerte yo pienso a diario, es que me seducen -especialmente la segunda- son una especie amantes ideales con las que sé, tarde o temprano, terminaré fundiéndome entre los colores y sonidos mágicos del más intenso y eterno orgasmo.



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