2022/01/28

 Soy muy mala para los números y las fechas, al tiempo no lo he comprendido jamás, así que tal vez un día deje de contar, pero hoy no: hace cuatro meses se me partió el alma para siempre, hace cuatro meses perdí a mi mamá.


(Te extraño tanto, mamina, tanto).

2022/01/19

Olé, torero

"Cuando, torero, jugueteas con la muerte, yo me olvido de mi miedo".


Luego de una búsqueda rápida en Spotify, encuentro y oigo a Lola Flores cantando "Tengo miedo torero"; a la par, dos cosas me perturban: la ausencia de la imprescindible coma vocativa en le nombre de la canción y el hecho de que también se omite en el título de la novela homónima de Pedro Lemebel… Mi manía y yo optamos esta vez por escuchar la versión de Eva Ayllón y El Cigala: mi incomodidad "comática" descansa un rato gracias a esta interpretación que siento más cercana (a mí y a mi nueva consentida: la Loca del Frente).

Yo, pecadora, confieso que hasta hace un par de años no sabía absolutamente nada respecto a Lemebel, luego supe poco al leer, de casualidad, una nota que alguna revista publicó en un aniversario de su muerte. Y bueno, sigo sin saber tanto como quisiera, pero al menos hoy ya puedo decir que lo he leído y que amé su novela (la única) desde el epílogo-dedicatoria que termina recordándome a dos sitios en los que conocí a gente maravillosa y fui muy feliz: "la casa donde revolotearon eléctricas utopías en la noche púrpura de aquel tiempo".

Aquel tiempo… El tiempo que corre es muy difícil de transitar y creo que, al menos en parte, es porque las generaciones que lo cohabitamos tenemos una sola cosa en común: a golpes de realidad entendimos que los sueños solo son eso, sueños (y que conste que Calderón nos lo dejó escrito, pero preferimos ignorarlo). Las "luchas" de hoy tienen que ver más con el ego que con un inalcanzable bien común; las ideologías son protagonistas pero ya no como caminos, sino como etiquetas para dividir, agredir, menospreciar, masificar. Así que la realidad que hoy parecería reproducir la de los años 70 y 80 del siglo pasado es solo una mala copia que ya casi nunca responde a otra cosa que no sea agredir a los enemigos (?) y demostrar con violencia quien tiene "la razón".

La novela en cuestión halló una forma más constructiva de usar ese fragmento de la historia con ideologías y luchas de por medio: es en el Chile de la dictadura donde se desarrolla la mayor parte de esta obra poliemocional y los sueños (románticos en un caso, políticos/sociales en otro) son su hilo conductor. ¿Resultado? Una narración bellísima, hasta en sus fragmentos más crudos (?), que deja al lector adentrarse incluso en la mente del nefasto Pinochet y su no menos nefasta compañera: Lucía, aunque estos dos son lo de menos (en cuanto a relevancia), pues toda la gloria del relato se la lleva mi loca dulcísima y su amor casi infantil por Carlos.

"Mi inevitable loca, mi inolvidable loca. Mi imposible loca" es un personaje entrañable, de esos que se quieren abrazar de tanta ternura y tristeza que pueden generar. La princesa, como le decía en tono de juego Carlos, se construye desde la realidad del mismo autor y, seguramente, de la de sus amigas travestis; pero sus preferencias románticas o sexuales no la definen, como tampoco la incapacidad de gran parte de la sociedad de respetar su vida privada, es su esencia la que la hace adorable. A pesar de la brutalidad de su padre abusivo, del desprecio de quienes se creen mejores, de la crueldad de falsos amores…, a pesar de la vida, Ella (que me dejó sin conocer su nombre, pero que merece una mayúscula, todas) mantiene la inocencia que si bien la vuelve más vulnerable, también , de alguna forma, la protege de ese mundo exterior en el que pensar y ser diferente es causa de persecución, agresión y muerte.

Hace unas líneas definí a esta novela como poliemocional, y sí, no hallo mejor término para definir lo que hallé en esas páginas: emociones, varias, todas. Reí, me enternecí, me entristecí, me enojé, sonreí, hice pucheros, escribí, dibujé, tomé fotos de fragmentos y las compartí, dejé muchas páginas sin una sola marca…, y al final lloré. Claro, es posible que mi circunstancia actual tenga que ver con esta forma de sentir tanto la obra, eso no lo descarto, pero creo que es algo que va más allá de un yo, imagino que hay otros lectores por ahí que también tienen ganas de hablar de este libro y cerrar con un profundo y honesto "gracias, Loca Linda; gracias también a vos, Pedro Lemebel".

2022/01/17

Te extraño, ma. No hay forma de no pensar en ti cada vez que respiro, no hay forma de perdonar a la vida por robarme veinte años de tu compañía… y sí, yo sé que estás conmigo, que nunca me vas a dejar sola, que tu amor me guiará siempre, pero te extraño igual, solo en tus brazos podría tener paz ahora que me duele tanto este existir que no entiendo, que se vuelve cada vez más pesado, más difícil y absurdo… Te extraño, te extraño, te extraño, mamá del alma mía.


2022/01/07

El enredo de mis letras en un murmullo de abejas

Recibí El murmullo de las abejas a finales de julio, como regalo de mi cumpleaños de 2021, y leí este libro como casi todos, esto es de muchas formas: recostada en mi cama, caminando en la terraza, sentada en la sala, extendida de panza mientras tomaba sol, sola, en silencio, en la sala de espera del dentista; lo leí de a poquito y a grandes sorbos, subrayándolo con el color más parecido a la miel que hallé en mi bolso de lápices; lo leí de mil maneras pero hay una que me hará recordar a esta novela para siempre: varios de los capítulos los leí mientras me acompañaba y acompañaba a mi mamina.

Dicho lo anterior, queda claro que no hay forma de que pueda hacer un comentario objetivo sobre la obra, o tal vez podría, pero no pretendo intentarlo, porque si bien trabajo con libros, también vivo con y por ellos, y es este último criterio el que escojo para referirme a la segunda novela de la mexicana Sofía Segovia.

No sé con exactamente cuándo empecé a leer esta obra, calculo que en septiembre o quizá agosto, también sé que justamente desde septiembre no volví a abrirla sino hasta hace poco: si bien los libros me salvan con frecuencia, el alma rota no me permitía intentar salvarme; así que Francisco chico y Simonopio debían esperar pacientemente, tal como se esperaron el uno al otro entre naranjos, abejas, la vieja mecedora de la nana Reja y la magia de ese realismo tan latinoamericano que acunó su historia.

Ya en este punto de mi escrito queda claro que no sé por dónde ir con él o si llegará a algún lado, es solo que hace poco adquirí la costumbre de escribir algo sobre cada libro que leo, así que quería hacer ese ejercicio también con esta novela, porque la disfruté, porque me acompañó en una etapa muy difícil, porque su última página sirvió de remplazo a la libreta de mi mami (que en su última etapa se comunicaba por escrito y con gestos), porque retomarla no fue fácil pero no quería dejarla inconclusa, porque me la regaló mi prima Verito (que también le regaló la libretita a mi ma), porque también la está leyendo mi tía Nancy (quizá la terminó antes que yo), porque "lo más agudo de la crisis de influenza española dejó en todos los sobrevivientes de Linares y del mundo entero cicatrices imposibles de sanar y huecos imposibles de llenar", al como nos pasa (y sobrepasa) con la peste de covid-19 desde hace ya casi dos años…, porque de todos los escapes y escudos posibles, escojo el murmullo de las letras-abejas.

2022/01/03

Sobre las redes no tan sociales

 Si no se publica en redes sociales, no existe; si no recibe likes, no es valorado; si no es reposteado, no es compartido/apoyado; si está escrito en Fb/Tw/Ig es una indirecta, una confesión o una verdad absoluta… ¿Así o más preocupante?

La vida se ha vuelto más virtual a la fuerza, sí por la pandemia, pero también porque hemos deformado a voluntad nuestra manera de relacionarnos con los otros y, lo más complejo, nuestra esencia, al punto de convertirnos en personajes (caricaturas, con frecuencia), en autocreaciones para "vender" una imagen que no alcanza a ser auténtica en gran parte de los casos. 

En general, no me incomoda la distancia física/emocional con gente intrascendente (para mí); además, relacionarse por WhatsApp es más rápido y cómodo para quienes no somos muy sociables; en cuanto a  Facebook, ya me aburrió hace rato, pero mantengo mi cuenta como un puente extendido para quienes dejé de ver hace tiempo pero aún recuerdo con cariño; Twitter es una especie de fuente de información inmediata y "desahogadero"; Instagram es mi red favorita, ahí comparto fotos que me gustan por su intención, su estética y/o significado, también veo obras de algunos artistas de la fotografía y otras artes visuales, cosa que me enriquece siempre. Y sí, cada tanto recibo respuestas/comentarios que me generan emociones diversas, reflexiones, aprendizajes, pero también me dejan dudas…

Un "te quiero" escrito al pie de un post o como respuesta a un mensaje puede ser real, claro, pero también es una frase que no es más si se queda en eso (aunque se lo repita constantemente, vía una o todas las redes). Un "abrazo" virtual a veces no es más que una fórmula de despedida, tipo "atentamente". Un reposteo suele asumirse como una suerte de apoyo o colaboración y está bien, pero a veces ayuda un poquito más un acto real (vs. el virtual), como por ejemplo comprar el producto, si es el caso, o actuar en consecuencia con lo que se pide/narra en el texto "reposteable".

Hasta el cansancio he leído frases motivacionales (?), consejos de autoayuda, declaraciones de amor propio (?) en las distintas redes, quizá muchas veces yo he escrito ese tipo de cosas, y me pregunto cuánto de cierto hay en esas palabras, qué se pretende lograr para uno mismo y en el entorno virtual con eso, por qué publicar tanta maravilla en redes y no solo ponerla en práctica… Claro, ser optimista y positiva es algo que no sé me da muy bien ahora que vivo mi duelo, seguramente eso influye mucho en esta reflexión, pero más allá de eso creo que es fundamental cuestionar y cuestionarnos en función de los discursos que creamos para redes sociales, los que (nos) decimos a diario (frente a otros, frente al espejo) y aquellos que no se dicen con palabras sino que se evidencian en nuestros actos.

No nos define un like recibido o dado, los reposteos no suman ni restan importancia a nuestras ideas (o productos), los detalles de nuestra vida diaria editados y compartidos como fotos o textos o videos en redes no son necesariamente un reflejo de nuestra esencia, los abrazos/besos/tequieros virtuales tienen valor solo si se expresan también con el alma y con hechos. ¿Cierto?