2013/02/28

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Despacio, con la cadencia de una bailarina egipcia, ella se acerca. En su mano lleva un manto grande, juega con él y lo acaricia con sus labios. Parece alejarse, no sabemos que esperar, su actitud nos paraliza: súbitamente se voltea, lanza el manto sobre nosotros, nos cubre enteros, no logramos reaccionar. El aire se vuelve pesado, damos manotazos para liberarnos pero es inútil, gritamos y no hay sonido en nuestras gargantas o quizá ya nadie quiere escuchar más...

Ella recoge el manto y se va como si nada, apenas conseguimos mantener abiertos los ojos para mirar la estela azul que deja a su paso. Entonces lo entendemos. La Muerte siempre viste diferente, pero nunca cambia: se lleva un cuerpo en la mano izquierda y un poco de muchas almas entre la lengua y el paladar.


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