2013/02/26

under the bridge downtown (i found the door to fly across the universe...)


Entre ramas y piedras nos fuimos adentrando a otra dimensión. Se escuchaba la voz del río, algunos pájaros le hacían coro y nosotros hablábamos de cualquier cosa y reíamos. Reíamos porque estábamos lejos de todo, reíamos porque el estar ahí juntos nos hacía cosquillas en la panza, reíamos porque ese momento que no pudimos guardar con una cámara era felicidad.

Ya en la orilla, pensamos en jugar con el agua, pero el juego cambió, pues vimos un árbol viejo y hermoso que tenía a su lado una cabaña pequeñita; la puerta estaba bien asegurada, pero tenía agujeros en el techo y las ventanas. ¿Y si entramos? ¿y si arreglamos el techo, las paredes y las ventanas? ¿y si lanzamos los teléfonos a la otra orilla y nos quedamos a vivir en la cabaña? El mundo tendría más sentido, ambos nacimos con alas en el alma, ambos soñamos con vivir en un paraíso, ambos estábamos ahí y estábamos juntos porque eso era felicidad.

Hay una especie de insecto que pica muy a menudo a la gente pedestre y a veces a los seres alados: esa tarde nos picó el miedo. Volvimos a caminar entre ramas y piedras, pero esta vez el sendero era una subida pesada que nos agotaba más por lo que significaba: volver a la realidad, volver a ser él, volver a ser yo, volver a ser un nosotros fragmentado por no entender que ser parte uno del otro era felicidad.


Lo que pasó en la noche es otra historia. Por lo pronto diré que la vida sería maravillosa si el siguiente día jamás hubiese llegado.


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