2021/10/01

Mamina de mi alma

Mi mami puso en mis manos la primera novela que leí: Corazón, de Edmundo de Amicis, y no solo eso, sino que halló la forma de despertar en mí la curiosidad necesaria para leerla sin sentir que fuese una obligación (si no recuerdo mal, fue en la vacaciones luego de tercer grado, me dijo que los niños de esa historia tenían mi edad y que ella también la leyó cuando era niña). A los 15 años, más o menos, me presentó otro libro, confesándome que a ella su lectura se le hizo pesada, pero que tenía la esperanza de que yo lo disfrutara y es así como dio paso a mi primer encuentro con una de mis obras favoritas para siempre: Cien años de soledad. Y sí, mi mundo laboral se centra en los libros, mi alma muchas veces se sostiene con ellos, pero esto que les cuento no fue el principal legado materno que recibí.

Mi mamina preciosa nos regaló a mis hermanas y a mí, también a mi papi, claro, lo mejor que podía darnos: un amor profundo a toda prueba y el ejemplo diario de lo que significa ser un hermoso ser humano. Aprendimos sobre generosidad no con discursos, lo hicimos cada vez que la vimos compartir con sus hermanos, con nosotros cuatro, con sus cuñados y sobrinos, con amigos, con compañeros de trabajo, con nuestra señora Jenny, con inquilinos y con desconocidos desde golosinas hasta productos de primera necesidad, ropa, juguetes o dinero. Nos enseñó a ser empáticos y solidarios siéndolo ella cuando con amor se volvía pilar inquebrantable si alguien a su alrededor sentía que empezaba a desmoronarse. Nos demostró que para tener buenos amigos hay que serlo (gracias por tanto amor para mis papitos y por sus abrazos siempre cariñosos para nosotras tres, queridos Magui, Santi, Lucho, Cheli, Pili, Edwin, Gladys, Michita). 

En estas líneas hablo de mi madre, pero no miento ni exagero: fue una mujer íntegra, leal, honesta, responsable, generosa, valiente, inteligente, con un carácter firme pero cálido. Mi mamita fue una gran mujer y si mis hermanas y yo alcanzamos a ser la mitad de lo que fue ella creo que podremos sentirnos orgullosas.

Y acá viene lo más duro: la despedida. Debo decir que el martes, cuando nos fuimos en la noche de la funeraria, algo en el alma me dijo que no estábamos dejando a mi mamita, que esa caja en la que el miércoles la sepultamos no la contiene a ella, que no hay espacio que pueda encerrar un alma tan grande y luminosa. La Colombia, Colombi, Colombina, señora Colombita, ñaña, amor, mami, mamita preciosa, mamina está en mi alma para siempre, está en la Anita, en la Paty, está en mi papito, en mis tíos y primos, en sus amigos, en cada persona que la conoció, en nuestra casita, en su amado San Antonio, en Guayllabamba, en sus plantitas, en el aire y en el cielo. Ya despedimos a ese cuerpo amado, y duele profundamente no poder sostener sus manitas o acurrucarnos entre sus brazos, duele no escuchar más su voz hermosa o no ver los gestos con los que en los últimos meses se comunicó, duele saber que ya no volverá a escribir mensajes en su libretita (gracias, Verito, por regalársela cuando empezaban a escaparse las palabras de sus labios, fue el regalo más dulce que le pudiste haber hecho a ella y a nosotros); pero es solo su cuerpo el que ya no está: no nos despedimos de mi mamita porque sé que no habrá instante en que estemos sin ella.


Descansa en paz, mamita preciosa, mamita de mi alma, tus cuatro amores estaremos bien con tu bendición.

1 comentario:

  1. Expresión de amor y cariño a quien compartió toda la vida para los seres que amaba, les admiro y respeto.

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