2022/06/30

Dicho en quiteño: ya no jalo (y somos legión, lo sé)

Hoy te extrañé mucho, mamina. Siempre te extraño, cada día, pero hoy (ayer, en el lenguaje del reloj) un poquito más: Quito es un caos, Ecuador entero, pero como acá es el campo de batalla en todas las protestas (por aquello de la sede del gobierno y tal), pues nada, todo está mal en nuestra ciudad.

Por un lado me alivia que no estés pasando por esto (esos consuelos bobos que invento para que duela menos), porque imagino lo agobiada que estarías: tu San Antonio es el escenario de una guerra, el camino a Guayllabamba también, acá cerquita de nosotros, en la Occidental, ha habido también manifestantes, cierre de vía, gases lacrimógenos… Tú estarías muy preocupada por la gente que no puede trabajar, por las personas en situación de calle, por los primos que están en peligro cada vez que van a trabajar, por la gente que no tiene ya comida y, posiblemente, tampoco tiene dinero suficiente para comprar las cosas que, por la escasez, cada día cuestan más… Varias veces al día dirías, como un mantra: "Diosito mío, haz que lleguen a un acuerdo y que se solucione todo esto", ¿cierto? Y Diosito tal vez a ti te escucharía, porque yo le pido lo mismo y todo sigue igual. Si estuvieras aquí, mamita preciosa, al menos me podría acurrucar en tus brazos, y eso calmaría mi angustia. 

No es fácil intentar ser justa en medio de esta pesadilla (otra, que desde 2019 no ha habido descanso de tantas cosas que han pasado en el mundo, en el país y en la familia), pero te juro que intento: no quiero contagiarme de la epidemia de odio, quiero ser un poco como tú, actuar con la bondad con que tú lo harías, no sé si lo logro, a veces solo siento que ya no puedo más, que nada tiene sentido porque a la gente (a la mayoría) no le interesa más que pelear y sentir que gana (como si alguien pudiera ganar, como si se pudiese ganar algo en desgracias como la que estamos viviendo). ¿Cómo hacías tú, ma? Desde hace tiempo me pregunto cuántas cosas habrás pasado, cuántos dolores y miedos habrás vivido sin que nos demos cuenta: siempre nos sostuviste, siempre me hiciste sentir a salvo, siempre sentí que no te conflictuabas tanto como yo, y ahora pienso que quizá es porque no podías permitírtelo…

Estoy agotada, yo no sé lidiar con tantas emociones a la vez (ni con una sola, creo), siento que mi únicas herramientas frente a la vida son las palabras, mis principios y los valores que tú y mi papi sembraron en mí, pero creo que poco puedo hacer con esas herramientas en una realidad en la que el objetivo común parece ser destruir en lugar de construir… No sé, tal vez todo lo que siento ahora sea parte del duelo o huellas del efecto de la pandemia, pero de verdad me está costando transitar esto, hoy siento miedo, tristeza, angustia, pesimismo, impotencia, y creo que a mucha gente le pasa lo mismo, pero ni esa gente ni yo logramos comunicarlo o, si lo hacemos, a nadie le importa (y cuando digo nadie me refiero a quienes podrían detener este conflicto que tanto daño ya ha causado).

Qué ganas de que estés aquí, ma, qué ganas de acurrucarme entre tus brazos.

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