2022/01/19

Olé, torero

"Cuando, torero, jugueteas con la muerte, yo me olvido de mi miedo".


Luego de una búsqueda rápida en Spotify, encuentro y oigo a Lola Flores cantando "Tengo miedo torero"; a la par, dos cosas me perturban: la ausencia de la imprescindible coma vocativa en le nombre de la canción y el hecho de que también se omite en el título de la novela homónima de Pedro Lemebel… Mi manía y yo optamos esta vez por escuchar la versión de Eva Ayllón y El Cigala: mi incomodidad "comática" descansa un rato gracias a esta interpretación que siento más cercana (a mí y a mi nueva consentida: la Loca del Frente).

Yo, pecadora, confieso que hasta hace un par de años no sabía absolutamente nada respecto a Lemebel, luego supe poco al leer, de casualidad, una nota que alguna revista publicó en un aniversario de su muerte. Y bueno, sigo sin saber tanto como quisiera, pero al menos hoy ya puedo decir que lo he leído y que amé su novela (la única) desde el epílogo-dedicatoria que termina recordándome a dos sitios en los que conocí a gente maravillosa y fui muy feliz: "la casa donde revolotearon eléctricas utopías en la noche púrpura de aquel tiempo".

Aquel tiempo… El tiempo que corre es muy difícil de transitar y creo que, al menos en parte, es porque las generaciones que lo cohabitamos tenemos una sola cosa en común: a golpes de realidad entendimos que los sueños solo son eso, sueños (y que conste que Calderón nos lo dejó escrito, pero preferimos ignorarlo). Las "luchas" de hoy tienen que ver más con el ego que con un inalcanzable bien común; las ideologías son protagonistas pero ya no como caminos, sino como etiquetas para dividir, agredir, menospreciar, masificar. Así que la realidad que hoy parecería reproducir la de los años 70 y 80 del siglo pasado es solo una mala copia que ya casi nunca responde a otra cosa que no sea agredir a los enemigos (?) y demostrar con violencia quien tiene "la razón".

La novela en cuestión halló una forma más constructiva de usar ese fragmento de la historia con ideologías y luchas de por medio: es en el Chile de la dictadura donde se desarrolla la mayor parte de esta obra poliemocional y los sueños (románticos en un caso, políticos/sociales en otro) son su hilo conductor. ¿Resultado? Una narración bellísima, hasta en sus fragmentos más crudos (?), que deja al lector adentrarse incluso en la mente del nefasto Pinochet y su no menos nefasta compañera: Lucía, aunque estos dos son lo de menos (en cuanto a relevancia), pues toda la gloria del relato se la lleva mi loca dulcísima y su amor casi infantil por Carlos.

"Mi inevitable loca, mi inolvidable loca. Mi imposible loca" es un personaje entrañable, de esos que se quieren abrazar de tanta ternura y tristeza que pueden generar. La princesa, como le decía en tono de juego Carlos, se construye desde la realidad del mismo autor y, seguramente, de la de sus amigas travestis; pero sus preferencias románticas o sexuales no la definen, como tampoco la incapacidad de gran parte de la sociedad de respetar su vida privada, es su esencia la que la hace adorable. A pesar de la brutalidad de su padre abusivo, del desprecio de quienes se creen mejores, de la crueldad de falsos amores…, a pesar de la vida, Ella (que me dejó sin conocer su nombre, pero que merece una mayúscula, todas) mantiene la inocencia que si bien la vuelve más vulnerable, también , de alguna forma, la protege de ese mundo exterior en el que pensar y ser diferente es causa de persecución, agresión y muerte.

Hace unas líneas definí a esta novela como poliemocional, y sí, no hallo mejor término para definir lo que hallé en esas páginas: emociones, varias, todas. Reí, me enternecí, me entristecí, me enojé, sonreí, hice pucheros, escribí, dibujé, tomé fotos de fragmentos y las compartí, dejé muchas páginas sin una sola marca…, y al final lloré. Claro, es posible que mi circunstancia actual tenga que ver con esta forma de sentir tanto la obra, eso no lo descarto, pero creo que es algo que va más allá de un yo, imagino que hay otros lectores por ahí que también tienen ganas de hablar de este libro y cerrar con un profundo y honesto "gracias, Loca Linda; gracias también a vos, Pedro Lemebel".

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