Hace un año y días me enfrenté con uno de mis mayores temores y pude agradecer porque se me concedió una de mis principales súplicas: que si llegase a pasar alguna catástrofe, estuviese con toda mi familia. Hace dos meses y días se me partió el corazón en dos, pero al mismo tiempo descubrí que esa fractura del alma permitió que salga a flote la fuerza que nunca creí tener. Y sí, el dolor no para, pero estoy aprendiendo a vivir con él, porque esa herida mía la produjo el más grande amor, el más honesto, el único que cumple a cabalidad aquello de "para toda la vida". No sé cuánto tiempo más le tenga que sumar a ese año y días, espero que poco; no sé cuánto tiempo más le pueda sumar a esos dos meses y días, espero que mucho, que todo… Y yo que siempre me llevé tan mal con el tiempo, hoy solo le pido que sea mi aliado, que me perdone el poco caso que le hice, que corra solo para alcanzar lo bueno y, para todo lo demás, vaya despacito.
Y ya, eso nomás sería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario