una cartita pa vos, sí, pa vos

Como amigos que nunca fuimos, hoy decidí escribirte para contarte un par de cosas que creo debes saber antes de seguir jugando a ser un manipulador conmigo.
Verás: soy una mujer maravillosa, soy un ser de luz y alas, lo digo porque por fin le perdí el miedo a mirarme en el espejo de los ojos que me miran desde adentro, así que no es egolatría, es la verdad ni más ni menos.
¿De dónde viene esto? Explico: de un intento desesperado –de alguien que no existe- por condenarme a la oscuridad de encuentros esporádicos y sin sentido (¡qué bien! este es un motivo para decirte gracias, pa que veas que no hay resentimientos)
En fin, te ofrezco mi solidaridad (pero de lejos ¿bueno?), es que debe ser muy triste estar ahora en tus zapatos: perdiste tanto, tonto… y aunque sé que sabes lo que perdiste (sino no darías patadas de ahogado), igual te lo recuerdo:
Tus manos que fueron alas nunca más rozarán el infinito que conocieron en mi cuerpo. Tus labios y tu lengua que cantaron mil canciones desde dentro de mi boca, hoy están condenados al silencio eterno de palabras huecas. Tu barba y tu pelo son ahora huérfanos, no sentirán más que dolor si no son mis dedos los que juegan con ellos. Tu cuerpo… pobre… ya no es nada, está vacío, yo me llevo lo único verdadero que en él se escondía. ¿Tus amigos? Ok, te los dejo, ¿pero será que quieren quedarse contigo? (Chuta, esto es complicado, pero qué hago, la gente me quiere y yo quiero…).
Eso no más pana, en este punto me despido y –como en los viejos tiempos- “le mando un abracito y un beso chiquitito”.